La llegada de Daniel Heredia Vidal, mundialmente conocido como Rels B, a la capital peruana no fue un evento más en la agenda musical. Fue una peregrinación sonora, un encuentro largamente esperado que convocó a una legión de fanáticos provenientes de cada rincón del Perú. La diversidad era palpable en los rostros expectantes que se agolpaban a las afueras de Costa 21, un crisol de edades y estilos unidos por un mismo latido musical.
El cantante colombiano ofreció un show lleno de energía y agradecimiento, aunque el público esperó horas.
Para algunos, la devoción trascendía la simple ubicación privilegiada. Desde el mediodía, valientes hicieron guardia, no solo buscando la codiciada zona VIP, sino la proximidad suficiente para absorber la energía que irradia el ‘Flaco’ sobre el escenario. La paciencia era un pequeño precio a pagar por la promesa de sentir de cerca el aura de su ídolo.
El merchandising improvisado era un claro testimonio de la conexión visceral entre el artista y su público. Camisetas estampadas con el rostro de Daniel, en una paleta de colores, diseños y tallas, eran el uniforme no oficial de la noche. Un detalle que contrastaba gratamente con la atmósfera usual de otros conciertos: la organización impecable. No había rastro de la agresividad que a veces empaña estos encuentros masivos, ni un campo minado de botellas y latas vacías. La seguridad, discreta pero omnipresente, parecía operar con un sexto sentido, ofreciendo información con una amabilidad que sorprendía gratamente.
Y entonces, el alivio y la euforia se fusionaron en un grito colectivo. Rels B, fiel a su palabra, irrumpió en el escenario a la hora pactada. Un montaje imponente, traído desde tierras lejanas, con pantallas gigantes que democratizaban la experiencia visual, permitiendo que tanto la primera fila VIP como la cancha general vibraran al unísono con cada detalle.
Pero la conexión de Rels B no se limitaba a la música. A través de sus letras, el amor por su novia, Nicole Betancur, siempre ha sido un hilo conductor. Y anoche, lo elevó a un nuevo nivel, proyectando imágenes de Nicole en la intro de sus conciertos. Un gesto que derritió los corazones de sus fans, una prueba palpable de que, incluso después de días grises, el amor puede ser el arcoíris que aparece inesperadamente.
El público peruano, lejos de ser un mero espectador, se convirtió en protagonista. Rels B no dudó en afirmar que eran el público más entusiasta de toda Latinoamérica, una declaración que resonó con la pasión con la que coreaban incluso sus primeros temas. Aquellos que crecieron con sus canciones, los que sanaron heridas de amor al ritmo de sus melodías, los que hoy lo traen de vuelta a Lima, demostraron que la frase del artista, “sin público, no hay show”, era una verdad incuestionable.
Entre la potencia sonora, un detalle llamó poderosamente la atención: el grupo de coristas, donde la voz inconfundible de Nelly se elevaba con una fuerza que no pasó desapercibida. Y en medio de la ovación, un grito unánime, cargado de cariño y admiración: “¡Flaco, Flaco, Flaco!”. Un apodo convertido en sinónimo de respeto.
La noche comenzó con una atmósfera introspectiva, con esos temas que Rels B describe como “nostálgicos” y nacidos del “mal de amores”. Pero la energía del público era un volcán a punto de erupcionar. Y la erupción llegó en forma de súplica: “¡A mí, a mí, a mí!”. El tema más esperado, el himno que los unió, resonó con una fuerza ensordecedora, seguido por la euforia desatada de ‘Un Rodeooo’ y la melancolía bailable de ‘Cómo dormiste?’.
Rels B y Lima. Lima y Rels B. Una simbiosis perfecta, una noche donde la música fue un lenguaje universal, donde el amor se gritó al mundo y donde el ‘Flaco” sintió, una vez más, el calor inconfundible de un público que lo espera con los brazos abiertos, listo para corear cada verso, cada sentimiento, cada latido de su música.
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