Jorge Antonio Millán, párroco de la Parroquia Sagrada Familia de Chiclayo: “Saber que quien había sido nuestro obispo es ahora el Papa, nos llena de alegría y fe”

“Amigo, cercano, servidor y fiel a Cristo”. Así describió al nuevo Papa León XIV el sacerdote peruano Jorge Antonio Millán, párroco de la Parroquia Sagrada Familia en la ciudad de Chiclayo (región de Lambayeque, Perú), quien convivió con quien fue obispo de dicha ciudad entre 2015 y 2023, Robert Prevost, el mismo que este jueves se convirtió en el primer Sumo Pontífice de la Iglesia Católica de origen estadounidense-peruano.

En conversación con DF desde el vecino país, el clérigo reconoció que gritó de alegría cuando escuchó el nombre de Prevost, y que lo tomó totalmente por sorpresa.

“Él ponía las cosas como tienen que ser. Tampoco era un extremo en cosas controversiales. Daba su opinión, estaba en el centro. Creo que eso vieron los cardenales en él, ese equilibrio que hay que mantener”.

Millán relató que su relación con Prevost se remonta a junio de 2015, cuando éste lo llamó a servir junto a él y lo nombró párroco de la Catedral de Chiclayo, cargo que asumió hasta 2023, cuando Prevost fue convocado a Roma por el Papa Francisco I para asumir la Prefectura del Dicasterio para los Obispos.

La historia de Prevost en Perú comenzó mucho antes. Agustino estadounidense, llegó al país como misionero en Chulucanas en 1985. Luego vivió una década en Trujillo y, ya con nacionalidad peruana, fue nombrado obispo de Chiclayo en 2015. Sirvió en esa diócesis por ocho años, y según Millán, destacó por su trato cercano, “su amor por los más pobres y su liderazgo desde el servicio”.

– ¿Cómo recibieron la noticia de la elección del cardenal Prevost?

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– Una noticia que nos desubicó tremendamente, provocó una inmensa alegría. Hemos gritado de alegría y de contento. Saber que quien había sido nuestro obispo durante ocho años es ahora el Papa, nos da mucha alegría y fe, y sabemos que es de Dios. No lo esperábamos, ni yo que he vivido con él. Cuando dijeron su nombre fue un shock tremendo.

– ¿Cómo era su trato con los sacerdotes y los fieles en Chiclayo?

– Siempre fue un obispo que se metió con el pueblo, con nuestra gente. Su estilo no era de llamar la atención. Él respondía y comunicaba todo, se preocupaba por todos acá en el ambiente eclesiástico.

No era el obispo que decía “pidan cita con mi secretario”; si podía, podía, si no decía “tal fecha, tal hora hablamos”. Y con la gente igual, no era una persona que está adulando a los demás, sino aquel que se acercaba con sencillez.

Tenía que ser un Cristo para los demás. Él habla perfectamente el español y lo entiende. En Chiclayo somos casi 100 sacerdotes y nadie tiene una experiencia ingrata con él. Nos dio mucha pena cuando salió, pero también alegría, porque iba a una tarea muy grande en el Vaticano.

– ¿Alguna anécdota que refleje su carácter o su liderazgo?

– Un año después del inicio de la pandemia me dijo: “Jorge, quiero que por favor reabran otra vez el comedor popular en la Catedral, mucha gente está pasando necesidad” (estuvo cerrado por el virus). Lo reabrimos por él. Él nos enseñó a ser líderes sirviendo. En Semana Santa fuimos al campo a recoger ramos, y al ratito llegó él. Le dijimos: “Señor, ¿qué hace acá?”. “Vengo a ayudar”, respondió. También en la mesa, cuando comíamos todos, se paraba a recoger los platos. Durante la pandemia se quedó encerrado con nosotros. Esa es su manera de liderar. Y también era muy bueno para delegar. Él no abarcaba todo, pero veía que todo marche.

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– ¿Qué tipo de sensibilidad mostró hacia los problemas sociales de la región?

– Era crítico de las malas gestiones de las autoridades, más de una vez lo dijo en entrevistas. Ponía las cosas claras y era muy respetuoso de la normativa estatal. Impulsó Cáritas Chiclayo, se preocupó cuando sufrimos inundaciones con el fenómeno de El Niño, iba in situ con los sacerdotes a llevar alimentos, no lo dirigía desde su oficina. Fue muy sensible, muy humano. Y pastoralmente, se tomó todo muy en serio. Confirmó en todas las parroquias. A veces celebraba hasta cuatro confirmaciones un domingo. Siempre con paz y tranquilidad, nunca presuroso. Era ordenado y preciso.

La Iglesia primero

– ¿Qué temas fueron más recurrentes en su acción pastoral?

– La Iglesia primero. Nos pedía trabajar por el bien de esta y también por los necesitados, tanto material como espiritualmente. También muy preocupado por la liturgia, porque los sacramentos se celebren bien. A veces entraba al confesionario sin que nadie se diera cuenta. Un pastor en toda la extensión de la palabra.

– ¿Lo considera progresista o conservador dentro de la Iglesia?

– Para mí, no es ni conservador ni progresista. Es el sacerdote, el obispo de la Iglesia. Yo a veces me metía al confesionario tal como estoy, con mi ropa normal y un día me llamó la atención. Me dijo: “Por favor, colócate el alba y la estola”. Él ponía las cosas como tienen que ser. Tampoco era un extremo en cosas controversiales. Daba su opinión, estaba en el centro. Creo que eso vieron los cardenales en él, ese equilibrio que hay que mantener.

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– ¿Qué le sugiere que haya elegido el nombre de León XIV?

– Se ha comentado que podría relanzar la doctrina social de la Iglesia, iniciada formalmente por el Papa León XIII con la encíclica Rerum Novarum, replantear todo ello para hablar de la paz. También creo que el nombre recuerda a grandes leones que han sido papas, como San León Magno, que detuvo a Atila. Es una imagen de fuerza, de alguien que dará la cara por la Iglesia.

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