Por: Bruno de Ayala Bellido // Putin y Xi Jinping, forzados a mantener su “amistad”

Nunca se dio la foto esperada entre Xi Jinping, Vladimir Putin y Donald Trump emulando la conferencia de Yalta de 1945. Aquella vez, Roosevelt, Churchill y Stalin se reunieron para repartirse el mundo. Lo que sí ocurrió durante el Día de la Victoria, el pasado 9 de mayo —cuando se conmemora el triunfo de los aliados sobre la Alemania nazi— fue la presencia de treinta jefes de Estado que acompañaron a Vladimir Putin en un desfile militar lleno de pompa y virilidad, evocando los tiempos de la antigua Unión Soviética. Ni Francia, ni Estados Unidos, ni Inglaterra, ni Alemania asistieron. La guerra en Ucrania fue una poderosa razón. Pero quien sí asistió fue su nuevo mejor amigo: Xi Jinping, líder supremo de China y del Partido Comunista.

Rieron, conversaron en privado durante más de siete horas. Debieron haber hablado de todo, especialmente de los próximos pasos que deberán dar juntos, porque esta unión los compromete en las buenas y en las malas. De su estrategia común dependerá su capacidad para resistir los embates del huracán Trump en este tablero geopolítico cada vez más enrevesado.

Esta nueva gran amistad (ruso-china) es la base de toda su estrategia y se forjó más por necesidad que por afinidad. La supremacía financiera de Estados Unidos y sus sanciones fue el impulso inicial para dejar atrás la enemistad entre Moscú y Pekín. La necesidad de ampliar mercados fue determinante. Imagino que el proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda fue el argumento para limar asperezas y “obligar” a Putin a estrechar la mano del circunspecto Xi Jinping. La jugada: esquivar las sanciones e intentar lo que muchos aún consideran utópico, pero que ya está en marcha: construir un mercado paralelo donde el dólar sea apenas un recuerdo. Esa es la fórmula. El camino ya empezó. Solo el tiempo lo dirá.

LEAR  Evo Morales confirma su postulación para 2025.

Lo que aún nos falta descifrar es si Estados Unidos, en esta carrera desenfrenada por reducir su déficit comercial y defender al dólar como moneda única de intercambio, intenta —como efecto residual— seguir siendo la potencia hegemónica, o si ya ha asumido que tendrá que compartir el poder con chinos y rusos. Técnicamente, estas dos potencias dominan África, desplazando con elegancia y burla a franceses e ingleses. En Hispanoamérica, el socio comercial más importante y el mayor inversor es la China del “ajedrecista” Xi. Su presencia en el Medio Oriente es igualmente crucial. Mientras Estados Unidos se fue a dormir la siesta, estos tiburones de la geopolítica armaron una estructura comercial (BRICS) y militar muy difícil de desmantelar.

El mayor enemigo del jugador de poker Donald Trump es el tiempo. El corsé que lo aprieta se llama democracia. Si el próximo año, en las elecciones legislativas, no logra mantener la mayoría en el Congreso, su mandato simplemente se habrá acabado. Son muchos los frentes y variables que debe afrontar la administración republicana. En el frente externo, el objetivo es claro: desmantelar ese mercado paralelo que ha hecho que las sanciones estadounidenses parezcan un juego de niños.

No queda más que decirle al buen Donald: “Negocia, Trump, negocia.”

(*) Analista internacional

Deja un comentario