La expresión producto bruto interno (PBI), o producto interno bruto (PIB), es muy utilizada por economistas y aparece en todas partes; pero ¿qué significa realmente? En primer lugar, es un indicador que mide la producción tanto de bienes como de servicios dentro de una economía durante un período determinado.
En segundo lugar, el valor del PBI (la producción valuada según los precios) también refleja el tamaño de una economía. ¿Y qué es una economía? Aunque comúnmente se asocia con un país (como la economía peruana, la china, etc.), no siempre es así. Puede referirse, por ejemplo, a la economía de la eurozona (compuesta por 18 países) o la del sur de un país (tras definir qué regiones incluye). Como referencia, la economía peruana representa el 0.34% de la producción global, lo que la clasifica como pequeña.
Tercero, el PBI solo contabiliza bienes y servicios finales producidos dentro del territorio nacional. Por ejemplo, la producción de una mina en Perú se incluye en su PBI, independientemente de que parte de las ganancias se envíen al extranjero. El PBI mide cuánto se produce, no qué se hace con esos ingresos. Del mismo modo, si una empresa peruana opera en Ecuador, su producción aumenta el PBI ecuatoriano.
Cuarto, cuando el PBI aumenta en un período (ej. un trimestre), se compara con el mismo trimestre del año anterior y se denomina crecimiento económico. Recientemente, el INEI publicó cifras del primer trimestre de 2025: el PBI creció un 3.92%, es decir, la producción fue 3.92% mayor que en el primer trimestre de 2024. En 2024, el crecimiento fue del 3.33%.
Quinto, el PBI no mide el nivel de vida ni el bienestar. A veces se usa el PBI per cápita (dividiendo el PBI entre la población) como aproximación, pero al ser un promedio, oculta desigualdades. Por ejemplo, si una persona produce 20 sillas y otra nada, el PBI per cápita sería 10. Sin embargo, países con mayor PBI per cápita suelen tener mejor calidad de vida, aunque no para toda su población.
Sexto, el verdadero reto es vincular crecimiento con bienestar, lo cual requiere dos condiciones: primero, como el PBI genera ventas, aumenta el IGV y las utilidades empresariales, elevando la recaudación fiscal. Solo si el Estado invierte esos recursos en los más vulnerables (salud, educación, seguridad), el crecimiento se traduce en bienestar. Segundo, el crecimiento crea empleo, pero demanda mano de obra calificada. Además, los trabajadores deben adaptarse a los cambios tecnológicos, que eliminan algunos puestos pero generan otros.
Finalmente, crecer no es lo mismo que desarrollarse: el primero implica solo mayor producción; el segundo, mejorar la calidad de vida.