Por: Dennis Falvy Mensaje muy claro

Las noticias de Guerra están a la orden del día y no sólo por lo de Ucrania, sino por el mismo Israel.

En este contexto la tensión entre Irán e Israel ha estado en aumento con varios mensajes claros y firmes siendo enviados por ambas partes. Irán ha hecho ataques directos contra Israel en respuesta a anteriores y ha mostrado su defensa de cualquier agresión. Israel señala que la confrontación con Irán sigue y ha realizado operaciones militares contra objetivos iraníes.

El especializado Blog Futuros Geopolíticos señala sobre este álgido tema, que desde el 2023, Estados Unidos ha aumentado silenciosamente su presencia militar en todo el Medio Oriente.

Esto refleja una postura defensiva recalibrada destinada a disuadir la agresión iraní y contener la creciente amenaza planteada por los representantes respaldados por Irán, en particular los rebeldes hutíes en Yemen.

Pero la postura estadounidense en la región se centra en gran medida en los sistemas de defensa aérea, los activos aéreos estratégicos, los elementos navales, la logística rotacional y la infraestructura de intelijencia en lugar de las fuerzas de combate.

La expansión comenzó en medio de renovadas tensiones en la región impulsadas por la amenaza nuclear iraní, la reanudación de las pruebas de misiles balísticos de Irán y un aumento de la actividad indirecta en Irak, Siria y el Mar Rojo.

Cabe destacar que los hutíes se convirtieron en una amenaza regional también en esa época, atacando el transporte marítimo comercial en el estratégico Mar Rojo con misiles y drones.

Para Estados Unidos, estos riesgos exigían una presencia más firme.

Washington respondió con un enfoque flexible y basado en la disuasión.

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Y optó a diferencia de la década de 2000, despliegues selectivos y refuerzos estratégicos.

En 2024, envió seis bombarderos furtivos B-2 Spirit a Diego García, reviviendo el papel de la isla como centro de ataque de largo alcance capaz de alcanzar rápidamente objetivos en todo el Medio Oriente y Asia Central.

La medida fue una clara señal a Irán y sus aliados de que cualquier provocación a gran escala desencadenaría una respuesta rápida y efectiva.

Posteriormente, Estados Unidos envió un segundo portaaviones a Oriente Medio, lo que puso de relieve la importancia estratégica de mantener abiertas las rutas marítimas.

Washington reforzó sus capacidades de defensa aérea y de alerta temprana, enviando aviones AWACS (Sistema de Control y Alerta Aerotransportada) y drones ISR (inteligencia, vigilancia y reconocimiento) a centros clave como la base aérea Al Udeid en Qatar y Al Dhafra en los Emiratos Árabes Unidos.

Estos activos mejoran la vigilancia en el Golfo, Irak y el Mar Rojo, permitiendo la rápida identificación e interdicción de amenazas de misiles o drones.

Sobre el terreno, los niveles de personal han aumentado de forma constante, aunque no hasta los niveles necesarios para una ofensiva terrestre.

Se estima que para 2025 habría 50.000 militares estadounidenses estacionados en Medio Oriente, frente a los 35.000 de 2023, y los aumentos se concentrarían en unidades de logística, ciberseguridad y defensa contra misiles.

Las bases aéreas Muwaffaq Salti y Azraq de Jordania también han experimentado un aumento en las rotaciones, especialmente de escuadrones de combate y aviones de vigilancia.

La presencia estadounidense sigue configurada para la movilidad rápida, el fortalecimiento defensivo y la respuesta a las crisis, más que para la ocupación territorial.

Las fuerzas de operaciones especiales continúan realizando entrenamientos conjuntos y operaciones antiterroristas limitadas en Irak y Siria, pero la mayor parte del despliegue está estructurada en torno a la vigilancia aérea estratégica, la recopilación de intelijencia y la protección de bases.

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La expansión tiene como objeto la confianza regional sin provocar una carrera armamentista o un conflicto abierto.

Los aliados de Estados Unidos, como Israel, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, consideran los despliegues como un contrapeso necesario a la asertividad iraní.

También ayudan a preparar a Estados Unidos para múltiples escenarios, que van desde una escalada con Irán hasta una desestabilización repentina en el Líbano, Irak o Yemen.

Los cambios reflejan un alejamiento de la dependencia de una fuerte presencia de tropas hacia una arquitectura de defensa estratificada y flexible.

El mensaje es claro: si bien Estados Unidos ya no domina la región por su número, conserva la capacidad y la voluntad política para defender sus intereses y disuadir la agresión con precisión y rapidez.