En nuestro artículo Conflicto de Políticas Públicas (31/05/2025) introdujimos las visiones restringida y no restringida descritas por Thomas Sowell como dos enfoques opuestos sobre la naturaleza humana, el conocimiento y los procesos sociales; conceptos que fácilmente pueden tener implicaciones directas en el diseño de políticas públicas. Hoy discutiremos algunas políticas agrarias peruanas de los últimos 30 años utilizando el ‘enfoque Sowell’.
Las reformas neoliberales de los años 90 y el boom de la agroexportación representan ejemplos de la visión restringida: aquella que confia en los mercados, respeta el conocimiento local y acepta desigualdades como trade-offs inevitables. Por el contrario, algunos programas como Haku Wiñay, un proyecto de FONCODES, personifican la visión no restringida, con su fe en la planificación estatal y la búsqueda de la transformación de las condiciones rurales. Sin embargo, estas políticas, a menudo bien intencionadas, han enfrentado muchas críticas por sus limitaciones, que ponen en evidencia la necesidad de desarrollar un enfoque equilibrado que combine pragmatismo con inclusión. Creemos que es necesario analizar estas críticas en busca de un sector agrario peruano más resiliente.
Las políticas alineadas con la visión no restringida, como Haku Wiñay han buscado reducir la pobreza rural mediante capacitaciones, transferencias monetarias y proyectos productivos. Sin embargo, la mayoría de los críticos señalan que estos proyectos no son sostenibles luego del fin del apoyo estatal, reflejando un pecado de origen, la dependencia generada por los subsidios. Sowell, desde la visión restringida, criticaría el exceso de confianza en la planificación centralizada, puesto que ignora el «conocimiento tácito y disperso» de los agricultores. Por ejemplo, las capacitaciones en crianza de cuyes fueron irrelevantes en comunidades amazónicas, mostrando una seria desconexión con las realidades locales.
La respuesta a la crisis de fertilizantes (2021-2023) es otro caso paradigmático. Los subsidios temporales y la distribución estatal de insumos -plan diseñado desde Lima- beneficiaron principalmente a agricultores con conexiones políticas, mientras que los pequeños productores de regiones remotas quedaron en desventaja. Sowell señalaría que estas soluciones de arriba hacia abajo (top-down) subestiman los trade-offs, como el costo fiscal y la ineficiencia logística, y fracasan al no integrar a los agricultores en cadenas de mercado sostenibles.
Por otro lado, las políticas de la visión restringida, como la liberalización agraria de los 1990, también enfrentan críticas. El boom de la agroexportación ha posicionado al Perú como un líder mundial en la producción y comercialización de productos como arándanos, paltas, uvas y espárragos; pero ha beneficiado principalmente a grandes y medianas empresas en la costa, dejando a los pequeños agricultores de la sierra en desventaja. Un informe de Oxfam (Agricultura familiar en tiempos de crisis en el Perú, 2023) señala que el 41% de los hogares agrarios están en la pobreza, casi el doble que los no agrarios. Desde la visión no restringida, este enfoque es criticado por aceptar desigualdades sin abordar las injusticias estructurales que perpetúan la exclusión rural.
La propuesta de la Segunda Reforma Agraria (2021-2022) bajo Pedro Castillo intentó corregir estas desigualdades, pero su retórica moralista y su diseño centralizado reflejaron nuevamente la visión no restringida. Prometía subsidios y cooperativas, pero carecía de un plan para conectar a los agricultores con mercados globales, generando polarización sin resultados concretos. Sowell argumentaría que esta iniciativa ignoró las limitaciones prácticas, como la falta de infraestructura rural, y subestimó el valor de las dinámicas comerciales existentes.
El marco de Sowell revela que las políticas agrarias peruanas sufren de una falta de equilibrio entre ambas visiones. La visión no restringida, con su énfasis en la equidad y la planificación estatal, genera expectativas de transformación que a menudo chocan con la realidad: programas como Haku Wiñay mejoran ingresos temporales (20-30%, según MIDIS, 2020), pero no logran autosuficiencia. Por su parte, la visión restringida, al priorizar los mercados, impulsa el crecimiento económico, pero a costa de dejar atrás a los más vulnerables, profundizando la brecha rural.
Creemos que, para tener un sector agrario sostenible, el Perú debería diseñar políticas que integren el pragmatismo de la visión restringida con los objetivos de inclusión de la visión no restringida. Proponemos tres estrategias claves: 1. Descentralización y conocimiento local: En lugar de soluciones uniformes, los programas deberían empoderar a las comunidades para diseñar proyectos basados en sus prácticas tradicionales. Por ejemplo, en la sierra, las asociaciones de productores de quinua podrían recibir apoyo técnico adaptado a sus métodos de cultivo, respetando su conocimiento tácito. 2. Integración a mercados: Los pequeños agricultores deberían conectarse con cadenas de valor privadas, como las que han impulsado la agroexportación. Un Haku Wiñay reformado podría ofrecer créditos condicionados a la comercialización de productos, incentivando la autosuficiencia en lugar de la dependencia. Ejemplo: alianzas con supermercados para vender papas nativas directamente. 3. Aceptación de trade-offs: Las políticas deberían priorizar metas alcanzables, como por ejemplo aumentar los ingresos de las comunidades con mayor acceso a mercados, en lugar de prometer erradicar la pobreza rural. Esto implica evaluar rigurosamente los costos fiscales y la sostenibilidad de los programas según la evidencia empírica.
El sector agrario peruano se encuentra en una encrucijada. Las políticas de las últimas tres décadas han oscilado entre el idealismo de la visión no restringida y el pragmatismo de la visión restringida, pero ninguna ha logrado plenamente sus objetivos. La lección de Sowell es clara: las soluciones efectivas requieren humildad ante las limitaciones humanas y respeto por el conocimiento disperso de las comunidades rurales. Al equilibrar la ambición de inclusión con la realidad de los mercados, el Perú puede construir un agro que no solo crezca, sino que también sea justo y sostenible. Es hora de pasar de las promesas grandiosas a los resultados concretos.
(*) Biólogo Molecular de Plantas y Profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia
(**) Biólogo Molecular y Congresista de la República