Por: Luis De Stefano Beltrán, PhD (*) y Ernesto Bustamante, PhD (**) Tomates, manzanas y ciencia

La ONU estima que para el 2050 la población mundial alcanzará los 9,700 millones y la del Perú bordeará los 40 millones. La pregunta crucial sigue siendo: ¿cuánta área, hoy sin cultivar, estamos dispuestos a sacrificar para alimentar a nuestra poblacion? Ante el aumento creciente de la demanda de alimentos, ¿podemos reducir el impacto ambiental de la producción alimentaria sobre los ecosistemas naturales que nos quedan? La conversión de bosques en tierras agrícolas es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad. Si el rendimiento de los cultivos es insuficiente, los agricultores se tientan a talar ilegalmente más árboles, lo que reduce y degrada los hábitats de la fauna y flora silvestres. La manera más eficaz de frenar la tala y ampliación ilegal de la frontera agrícola es aumentando el rendimiento de los cultivos.

Desde inicios de los años 1930, la manera más eficiente, económica y ecológicamente amigable de aumentar los rendimientos ha sido a través del mejoramiento genético. Uno de sus primeros logros fue la introducción de variedades híbridas de maíz. Cuando estas se introdujeron al mercado en 1933, el rendimiento promedio nacional en los Estados Unidos era de 1.45 toneladas métricas por hectárea. En 2025, más de 90 años después, el rendimiento promedio se acerca a las 11.50 Tm/ha, según datos del USDA. Es decir, para producir los 390 millones de toneladas de maíz grano de 2024 con los rendimientos de 1933, se habrían necesitado más de 278 millones de hectáreas cultivadas, en lugar de las 36.7 millones realmente cosechadas.

En el Perú, la discusión sobre el mejoramiento genético enfrenta un obstáculo significativo: la moratoria sobre organismos genéticamente modificados (OGM), aprobada en 2011 y extendida en 2021 por 15 años más, hasta 2035. Esta medida fue impulsada por preocupaciones infundadas sobre la biodiversidad y una percepción pública distorsionada por campañas financiadas por ciertas ONG. Las leyes 29811 y 31111 prohíben en el Perú la producción de cultivos de OGM o transgénicos. Sin embargo, la moratoria no distingue entre los OGM tradicionales y las nuevas tecnologías de edición génica, como CRISPR-Cas9, que permiten modificaciones precisas sin introducir genes foráneos. Así, por ejemplo, un estudio (Scientific Reports, 2021) demostró que una variedad de papa con genes editados, resistente al tizón tardío, podría reducir significativamente las pérdidas en los cultivos de papa.

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A pesar de la percepción negativa alimentada por los medios, un simple paseo por un supermercado peruano nos muestra que muchos de aquellos productos que hoy consideramos ‘naturales’ simplemente no existían hace 50 años. La gran mayoría de cereales, frutas y verduras se renueva biológicamente de manera periódica gracias a la genética (tradicional o biotecnológica), haciéndose más resistentes a plagas, con mayor vida de anaquel o con características que responden a las preferencias del consumidor. Si insistiéramos en comprar solo productos con la genética de hace 50 años, volveríamos a casa con la canasta casi vacía: con seguridad agua natural, quizas un vino añejo, papas nativas y nada más.

Tomemos el tomate como ejemplo. Hace 50 años no existían variedades como el tomate cherry, datterino, Kumato, o los azules con alto contenido de antocianinas. En 2021, Japón comenzó a comercializar el tomate Sicilian Rouge High GABA, desarrollado con CRISPR-Cas9 por Sanatech Seed Co. y la Universidad de Tsukuba. Este tomate contiene hasta cinco veces más gamaminobutirato (GABA), que ayuda a controlar la presión arterial. Más recientemente, en 2023, un equipo de científicos coreanos reportó un tomate editado genéticamente para acumular provitamina D3, ofreciendo una solución a la deficiencia de vitamina D que afecta a más de mil millones de personas. En mayo de 2025, investigadores del National Center for Plant Gene Research (Beijing) informaron que la edición génica en tomates no solo aumentó el rendimiento en un 180%, sino que redujo el ciclo de cosecha en un 16%, con menor consumo energetico en un sistema de agricultura vertical.

Otro ejemplo digno de mencionar es la manzana. En los supermercados encontramos variedades de distintos colores, texturas y usos. En 2019, la Cosmic Crisp, un cruce entre las variedades Honeycrisp y Enterprise, llegó al mercado estadounidense tras 20 años de desarrollo y como gran novedad mantiene su calidad en la refrigeradora hasta por un año. Las manzanas Arctic Granny, Arctic Fuji y Arctic Golden, desarrolladas por Okanagan Specialty Fruits, usan la tecnología RNAi para reducir el color marrón que generalmente se produce en la pulpa de la fruta por daño mecánico, y han ganado rápida aceptación en Canadá y Estados Unidos.

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El mercado global de cultivos genéticamente modificados está en auge, valorizado en USD 24,800 millones en 2024 y proyectado a alcanzar USD 35,560 millones para 2031, con un crecimiento anual del 5.3%, según Coherent Market Insights. Sin embargo, en el Perú, la ley de moratoria y la manipulada percepción pública frenan estos avances. Mientras países como Argentina, Brasil y Chile regulan caso por caso la edición génica, permitiendo innovaciones sin introducir ADN de otra especie, el Perú sigue empeñado en seguir el principio precautorio europeo: “la mejor regulación es la prohibición”.

Solo el tiempo dirá qué nuevas variedades de tomate, manzana u otros cultivos llegarán a los supermercados en 10 o 20 años. Los agricultores demandarán variedades de alto rendimiento y resistentes a enfermedades, mientras que los consumidores buscarán productos más nutritivos y con mejor sabor. Para que el Perú no quede rezagado, es crucial que el debate sobre la edición génica se base en ciencia y no en temores injustificados.

(*) Biólogo Molecular de Plantas y Profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia

(**) Biólogo Molecular y Congresista de la República

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