El año electoral y el ya histórico registro de datos que aporta la Encuesta de Opinión que realiza el Centro de Estudios Públicos (CEP) dio paso a identificar el crecimiento que han mostrado las personas que les “da lo mismo” la democracia o un régimen autoritario.
Grupo que los investigadores del CEP, entre ellos Aldo Mascareño, caracterizaron como los “indiferentes”. Una posición que creen obedece al hecho de que sienten que deben ‘vivir la vida solo’.
El experto cuenta que en el estudio de noviembre de 2008 fue la primera vez que la consulta puso frente a frente las opciones de gestionar la autoridad de un país. Pero, desde el estallido, advierte que “ha tenido lugar un descenso constante de la preferencia por la democracia y un aumento también permanente de lo que llamamos “indiferencia”, o sea ‘le da lo mismo un régimen democrático que uno autoritario’”.
¿Cuál es su perfil? “El trabajo es su más preciada distinción y motivación (…) Más bien, sabe (el indiferente) que, mientras el mundo no sucumba al cambio climático, a la revolución de las máquinas o a la pandemia zombi, el trabajo sostiene su existencia”.
En pleno estallido (diciembre 2019), la preferencia por la democracia logró su valor más alto (64%), lo mismo que hacia el fin de la pandemia (61%). Se mantuvo unos años alrededor del 50%, para caer a 44,2% en la última medición de marzo-abril pasado.
Paralelo a esto, cuenta que mientras el porcentaje de indiferentes era bajo en la primera década de 2000 -“había más autoritarios aún”, dice-, la situación se revirtió en 2017, hacia el fin del segundo Gobierno de Michelle Bachelet.
“Desde ahí no dejan de crecer hasta llegar al 33,5% en la última medición, mientras que los autoritarios permanecen alrededor del 17%”, precisa el investigador.
- ¿Este fenómeno se da en Chile o es algo más globalizado?
– El crecimiento de los indiferentes no es un fenómeno solamente chileno o local.
Junto a fuerzas conservadoras y nacionalistas, la indiferencia también se refleja dentro de los llamados euroescépticos de inicios de siglo, quienes rechazaron el proyecto de Constitución Europea en 2004, especialmente en la Francia rural. En Estados Unidos se les asocia actualmente con el red neck y otras figuras políticamente silenciosas del Midwest americano.
En Rusia se les denomina obyvatel, personas no muy atentas a lo que ocurre en el mundo, que no se meten en problemas y rechazan lo que no se ajusta a su experiencia local. En Italia son parte de lo que se conoce como qualunquismo: cualquier cosa me da lo mismo. En Brasil -donde se ha hecho la misma pregunta que hicimos en el CEP- las curvas de la preferencia por la democracia (a la baja) y la indiferencia (al alza) se juntaron ambas en 40% en el año 2018. En ese momento, fue electo Jair Bolsonaro para la presidencia de Brasil, después de los escándalos de Lava Jato y de la condena del entonces expresidente Lula da Silva.
– ¿Y quiénes son?¿Cuál es su perfil?
-Según la caracterización que hemos hecho con datos de la encuesta CEP, el perfil de los “indiferentes” es el siguiente: en general son más bien personas adultas en edad mediana, es más probable que sean personas con educación media incompleta; que se ubiquen en estratos socioeconómicos medios y bajos; y ven al país en decadencia.
Además, no son de izquierda ni de derecha, pero tampoco se puede decir que sean ‘de centro’. Forman parte de un “centro excéntrico”, que puede oscilar hacia la izquierda o la derecha o anular su voto.
Tienen más confianza que otros en las iglesias católica y evangélica; tienen menos confianza en universidades y empresa privada; y aún menos confianza en el Gobierno y las municipalidades. Desconfían de políticos porque ‘no escuchan a la gente’, no cumplen sus promesas y ‘se benefician entre ellos’. Los “indiferentes” se resignaron a que ‘hay que vivir la vida solo’.
– ¿Y están marcados por algún hecho en particular?
– El indiferente es aquel que tuvo la experiencia de inserción de mercado en la década de 1990. A duras penas logró encontrar un camino en ella, pero ese camino es precario y con sobresaltos. Por eso, su convicción de que ‘hay que vivir la vida solo’, de que independiente del régimen político en el poder, ‘igual hay que trabajar’.
El indiferente no espera una forma de Gobierno que elimine el trabajo. Por el contrario, el trabajo es su más preciada distinción y motivación, por ello la escatología final del comunismo no lo conmueve. Más bien, sabe que, mientras el mundo no sucumba al cambio climático, a la revolución de las máquinas o a la pandemia zombi, el trabajo es lo que sostiene su existencia.
- ¿Cómo se evita la ampliación de este comportamiento?
– Evitar que la indiferencia política se siga expandiendo es vital para el mantenimiento de la democracia liberal.
En primer lugar, sería que los “indiferentes” son un grupo de personas populistas o de ultraderecha. Ellos han tenido importantes experiencias personales de riesgo, de una falta de respuesta de las instituciones sociales y de la política. Sus experiencias son reales y tienen efectos reales en las conductas.
Por eso, muchas veces son más susceptibles a ofertas políticas más extremas, como la recuperación de la nación como identidad fundante, el cierre de fronteras para extranjeros, el estado de sitio a costa de libertades públicas y privadas para combatir a delincuentes, o a la religión como fuente de verdades absolutas. Los “indiferentes” requieren seguridad, y ese tipo de ofertas les abre alguna proyección de ella.
– ¿Las elecciones son una oportunidad para reencantarlos?
– Visto así, el proceso electoral 2025 tiene en sus manos la importante responsabilidad de contener el descenso en las preferencias por la democracia liberal. Tiene que proponer medidas que, en el mediano plazo, logren recomponer la eficiencia, eficacia y cercanía del Estado y la política democrática con sus ciudadanos. De otro modo, la indiferencia seguirá creciendo.