Hablar de Irán es hablar de la cabeza de la serpiente
El régimen de los ayatolás, desde 1979, no solo secuestró a su propio pueblo bajo una dictadura teocrática brutal, sino que convirtió la exportación de la revolución islámica en su doctrina de Estado. ¿El objetivo? Desestabilizar Medio Oriente, debilitar a las democracias liberales y borrar del mapa a Israel, a quien consideran su enemigo existencial, no existe posibilidad alguna de dialogo. Destruir Israel para el régimen iraní es un dogma de fe.
El método de Irán para expandir su influencia
Es tan simple como perverso: financiar, armar y entrenar a grupos terroristas o milicias que operan como brazos armados en distintos países. Hezbollah en el Líbano es el ejemplo más conocido: un Estado dentro de otro Estado, con más misiles que varios ejércitos europeos juntos. Hamas, en la Franja de Gaza, es otro satélite iraní que, desde hace años, chantajea a Israel y sacrifica a su propia población para sostener su narrativa de víctima. Los hutíes en Yemen, responsables de ataques con drones a Arabia Saudita, y las milicias proiraníes en Irak y Siria completan este tablero de fuego que amenaza no solo a sus vecinos, sino a la seguridad mundial.
Este proyecto de expansión no se limita a Medio Oriente
Irán tiene tentáculos en América Latina desde hace décadas. El atentado a la AMIA, en Buenos Aires en 1994, es una prueba sangrienta de ello. Hoy, gracias a la penetración silenciosa de Hezbollah y células afines, varios países de la región se han convertido en puntos logísticos para actividades ilícitas que financian la yihad global: contrabando, lavado de dinero, narcotráfico disfrazado de “activismo religioso”.
Mientras tanto, la comunidad internacional
Cautiva de un progresismo superficial y una falsa superioridad moral, se indigna con Israel por defenderse, pero cierra los ojos ante la verdadera raíz del problema: Irán sueña con tener la bomba atómica y amenaza abiertamente con usarla para borrar a Israel y chantajear al mundo libre.
Imaginemos por un segundo a los ayatolás
Con una ojiva nuclear y con la red de grupos terroristas ya operativos en cuatro continentes. ¿De verdad alguien cree que la coexistencia es posible con un régimen que ha jurado destruir a quienes piensan distinto, empezando por judíos y cristianos?
No nos engañemos
No hay zona gris. En este conflicto, la tibieza es complicidad. Cada misil lanzado desde Gaza, cada dron hutí que cruza el Mar Rojo, cada atentado financiado por Hezbollah es parte de la misma guerra silenciosa que Irán libra para imponer su agenda de terror. Israel no pelea solo por su supervivencia: hace el trabajo sucio de contener a un monstruo que, si no se detiene ahora, podría arrastrarnos a todos a una catástrofe nuclear.
La historia juzgará a quienes
Por comodidad, ideología o cobardía, prefirieron mirar a otro lado. La verdad incómoda es que, en esta guerra, elegir bando es una obligacion moral. No hacerlo equivale a legitimar la barbarie.
(*) Analista internacional