Desde Londres
Ben Page acaba de regresar a París desde Cannes. Ahí, reunido con la élite de las comunicaciones y la publicidad, el CEO de IPSOS pudo notar las reacciones encontradas que está generando la Inteligencia Artificial (IA). Entusiasmo en los paises más jovenes, entre ellos los latinoamericanos, y temor entre los europeos.
La revolución de la IA es solo una de las disrupciones que Page, historiador formado en la Universidad de Oxford, identifica en un mundo que transita hacia una nueva era. “Creo que estamos en un momento de cambio, y no sabemos cuál es el punto de llegada. Esa incertidumbre es la que estamos viviendo. Esa pérdida del futuro”, sostiene el ejecutivo a cargo de la firma de investigación de opinión pública más grande del mundo.
En conversación con Señal DF, Page atribuye la incertidumbre al fin de los paradigmas que rigieron la economía global desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: que la deuda fiscal es mala, que la globalización es buena y que el populismo es una forma indeseable de gobierno. Pero, el mayor cambio es el fin de un período de acelerado de crecimiento.
“Los chinos están presentando una imagen de estabilidad, sensatez y búsqueda de oportunidades. Por defecto, se vuelven más atractivos que la potencia hegemónica, que ahora actúa errática, como si estuviera borracha.”
“Gran parte del mundo occidental, incluido Chile, se enfrenta a la pérdida del futuro. Esa idea de crecimiento que vivimos en muchos de estos países después de la Segunda Guerra Mundial, con las instituciones multilaterales, ha desaparecido… En mi país, Gran Bretaña, la mitad de la población espera que sus hijos sean más pobres que ellos. Hace veinte años, esa cifra era sólo del 12%. Es un cambio masivo. La gente está enojada, le interesa la gente que tiene respuestas y, a menudo, esos parecen ser los populistas que ofrecen soluciones simples y tienden a culpar a alguien más”.
Esa volatilidad y enojo está provocando cambios profundos, apunta Page, y cita uno de los estudios más recientes elaborados por IPSOS. La encuesta, realizada en 28 países entre fines de marzo y principios de abril, mostró un cambio drástico en la reputación de las dos economías y potencias militares más grandes del mundo.
“El hecho de que en Chile y en todo el mundo más gente piense ahora que China es una fuerza positiva en el mundo, más que Estados Unidos, es un cambio drástico en los seis meses desde que Donald Trump se convirtió en presidente”, dice Page.
En promedio, un 49% -entre los 28 países participantes- piensa que China tendrá una influencia positiva o muy positiva en los asuntos mundiales en la próxima década. En el caso de EEUU, el promedio es un 46%. La tendencia global se repite en Chile, donde un 61% anticipa una influencia positiva de China versus un 58% para EEUU.
En general, los países latinoamericanos revelan una postura más favorable hacia China por primera vez desde que se inició la medición. México, Colombia, Brasil y Chile arrojan las mayores caídas en la opinión sobre EEUU en los últimos seis meses.
Según Page, es la primera vez que IPSOS, desde 1975, registra tal posición en las preferencias de ambos países. Pero ya en 2017, China superó levemente a EEUU.
“Sí, EEUU bajó y luego se recuperó con (Joe) Biden, pero ahora ha bajado aún más.
Trump, cada vez que está en el poder, tiene un efecto negativo en la reputación de los Estados Unidos”.
“En palabras de Gramsci: el viejo orden está muriendo y el nuevo aún no está listo para nacer. Y, como resultado, se producen pesadillas.”
-¿Cuánto de este cambio de opinión sobre EEUU y China se explica por los aranceles -la encuesta coincide con el Día de la Liberación de Trump- y cuánto por el trabajo que ha venido realizando China, especialmente en los mercados emergentes?
-China está ejerciendo mucho el poder blando en términos de préstamos y de ser un socio accesible. Han intentado ser amigos de todos, incluidos India y Rusia. En parte se debe a que el presidente Xi (Jinping) juega sus cartas bastante bien. Por ejemplo, en la forma en que ha manejado a Trump. No ha ido a la Casa Blanca para ser humillado. Los chinos están presentando una imagen de estabilidad, sensatez y búsqueda de oportunidades. Por defecto, se vuelven más atractivos que la potencia hegemónica, que ahora actúa errática, como si estuviera borracha.
-El que la mayor caída en la reputación de EEUU sea en su vecino, México (-21 puntos) apunta a que hay un “efecto Trump” …
-Es asombroso y creo que el hecho de que también esté cambiando la política es significativo. En Australia y Canadá, a la gente de derechas y más populista le estaba yendo bien, y luego eligen a Trump y todo el mundo piensa: “Un momento… Encontremos a alguien que le haga frente”.
-Lo que me intriga es el auge del populismo, cuando el mundo puede ver sus efectos negativos en la historia de Latinoamérica…
-Pero también en Latinoamérica la gente sigue votando por ellos.
-Es cierto…
-Siempre hay uno nuevo. Creo que la cuestión subyacente, y obviamente América Latina tiene desafios de corrupción política y desigualdad, es que terminas constantemente queriendo a alguien que ofrezca una solución simple y que parezca no ser de la élite. Lo que me hace morir de risa es que Donald Trump venga con el discurso de “drenar el pantano” (en referencia a la élite corrupta de Washington), cuando inmediatamente está aceptando todo tipo de regalos, dádivas y tratos.
-¿Hay algo que lo haya sorprendido en estos casi seis meses de gobierno de Trump?
-La última vez, en su primer gobierno, se sintió frenado por las fuerzas conservadoras del Partido Republicano y del Gobierno. Ahora no tiene nada que perder. Yo creía, porque soy ingenuo, había un consenso entre los progresistas de Washington de que todavía había dos cosas que frenarían a Donald Trump. La primera, era el mercado de valores y también el mercado de bonos. La otra era el hecho de que él realmente quiere, y mucho, un Premio Nobel de la Paz como el que recibió (Barack) Obama (en 2009). Trump cree que él es una persona pacífica y que debería recibir un gran premio Nobel.
-El mercado sí lo ha frenado en lo referente al alza de aranceles.
-Seguro leíste esa frase al día siguiente del Financial Times: “Trump always chickens out” (siempre retrocede). Dice algo, el mercado reacciona y retrocede. Dijo que iba a despedir a Jerome Powell, el mercado cayó, entonces dijo que no lo despediría. Pero pensé que sería más moderado. Literalmente no sabemos lo que hará.
En búsqueda de un nuevo modelo
Echando mano de su faceta de historiador, Page encuentra en la década de los 30s un paralelo al espíritu de la época en que vivimos. Un momento que él describe de transición entre eras o entre consensos. “En palabras de Gramsci: el viejo orden está muriendo y el nuevo aún no está listo para nacer. Y, como resultado, se producen pesadillas”, apunta.
Page hace un repaso por la historia. Desde el desprecio por la deuda, un mal concepto según los valores victorianos, a la apertura de las billeteras y la cooperación entre gobiernos y empresas por el pleno empleo tras la Segunda Guerra Mundial. Luego, la lucha por la inflación en los años 70s, seguido por el paso a las políticas de libre mercado. Pero, apunta Page, “desde la gran crisis financiera de 2008, no existe un consenso claro… Tenemos mucha deuda, pero poca inflación. Hemos reflotado la economía, pero aún no sabemos cuál es el nuevo consenso. Eso puede tardar 15 años en emerger.
-O sea que seguimos viviendo las consecuencias de la crisis de 2008… Y la pandemia, ¿las empeoró?
-Estamos viviendo las consecuencias. La pandemia fue un shock para el sistema. Además, hubo un acelerado desarrollo tecnológico en ese período. Simplemente agravó los problemas. Tomó todos los problemas que teníamos antes, añadió más deuda y potencialmente un poco más de desigualdad, además del envejecimiento, que es un reto importante en muchos mercados, incluso en América Latina. Van a haber menos niños en Chile. Eso significa que alguien va a tener que hacer el trabajo, y puede que tenga un color de piel diferente al nuestro. En Roma o París; ¿quién cuida a todos los adultos mayores blancos? No son otros blancos. Es sólo otro choque que se añade a un escenario ya fragil.
Eso explicaría el auge del populismo. Poblaciones asediadas por la amenaza del cambio demográfico, menor crecimiento, en algunos países por olas migratorias que parecen descontroladas y, simplemente, la sensación de falta de futuro. Page es optimista.
“Por regla general, el problema de los populistas es que al final tienen que entrar en el gobierno… Lo que suele ocurrir es que las soluciones muy simples funcionan durante un tiempo, pero al final no funcionan.
Sigo siendo optimista a largo plazo. Diría que, al final, el populismo muestra que no funciona, y tenemos que conseguir algún tipo de consenso. El reto es que nuestras sociedades son mucho más complicadas que hace 30 o 40 años. La gente es más diversa, y sus expectativas y demandas también”.
El mayor temor de Chile
Una de las sorpresas que destaca Page en los sondeos de opinión pública realizados en el último mes tiene que ver con Chile. “El país es relativamente positivo sobre la economía, pero tiene uno de los mayores niveles más altos del mundo en preocupación por la violencia. Curiosamente también la mayor preocupación entre todos los países por la inmigración”.
Para Page esto último es un acertijo, pues no coincide con una visión más positiva de la economía. En otros países en Europa o EEUU la ola anti-migratoria está vinculada al estancamiento en la calidad de vida. “Eso inspira el populismo y que se culpe a los migrantes”.
Pero en Chile, “no sé por qué el sentimiento es tan anti inmigrante”, dice Page.
-Quizás porque hay la sensación de que es un fenómeno fuera de control.
-Tienes razón. Porque después del voto del Brexit, la inmigración aumentó en Gran Bretaña. Pero la preocupación bajó porque la gente creía que, debido al Brexit, había más controles. Luego poco a poco se dieron cuenta de que no los había.