Paula Assler y su duelo por la muerte de dos hijas

Paula Assler (68) tardó cuatro años en regresar al lugar donde todo ocurrió. A esa playa en la costa peruana donde el 18 de enero de 2016, en medio de las vacaciones familiares, el mar arrastró a dos de sus hijas, a unos 70 metros de la orilla. Sucedió en segundos, cuando las dos recién habían entrado a bañarse juntas. Nadie pudo hacer nada. María José y Antonia, que entonces tenían 34 y 24 años, murieron ahogadas. Su madre, sin poder creerlo, en shock, miraba desde la arena esa escena terrible que hasta hoy le estruja el lado izquierdo del pecho. Y más que eso también: “Ese día, un pedazo de mí se fue con ellas”, reconoce.

Está sentada en el living de su departamento que, ubicado en lo alto de Vitacura, tiene una vista panorámica de Santiago. Todo en Paula Assler irradia energía: su pelo rubio, crespo y rebelde; su ropa de colores encendidos; su voz fuerte y ronca; su risa sonora. Pero basta escucharla hablar, contar su historia, y es notorio que es una mujer que ha recorrido un largo camino interior. Que se ha hecho preguntas y ha intentado responderlas. Que no le ha hecho el quite a las zonas dolorosas. Que hoy acepta, con calma, sin rabia, esas dos muertes que a cualquiera podrían parecerles imposibles de soportar.

Frente a ella, en un muro vertical, hay dos retratos que pintó hace unos años la hija de una amiga. En el de arriba está María José; en el de abajo, Antonia. “Fíjate que las dos están sonriendo. Siempre las recuerdo así, alegres. Sueño mucho con ellas, pero jamás las he soñado ese día en que las niñitas murieron”, explica. “Al principio me angustiaba con la posibilidad de que un día las olvidara. Lo hablé hasta con mi psiquiatra, quien me dijo que eso jamás ocurriría, que me sacara la idea de la cabeza. Yo me propuse que ellas nunca se quedarían en el pasado”. Dice que les habla todos los días, que les cuenta cosas cotidianas, que les pide fortaleza. En su habitación tiene armados dos altares, uno para cada una.

– Y las llevas también, literalmente, en la piel…

– Sí, me tatué dos corazones y unos colibrís.

Queda pensando un momento. Como si por un instante todo alrededor se suspendiera. Y entonces retoma su voz raspada: “A la Coté y a la Antonia dejé de tenerlas al lado, es cierto, pero las tengo aquí adentro”. Y se toca sobre el corazón.

“Volví a querer al mar”

Paula -hija del reconocido escultor Federico Assler, Premio Nacional de Artes Plásticas 2009- es dibujante técnico, estuvo 26 años casada y tuvo seis hijos, a los cuales -dice- se dedicó en cuerpo y alma. “Tener varios hijos fue nuestro proyecto y lo hice feliz”, precisa. De ellos, María José era la segunda; Antonia, la penúltima.

Ese verano de 2016 decidieron irse en familia a Perú, a una playa en una localidad llamada Asia. Fueron cuatro de sus hijos, un yerno, varios de sus nietos y hasta su madre, Florencia Alemparte. Llegaron un domingo en la tarde al condominio. Al día siguiente, poco antes del mediodía, bajaron al mar y sucedió lo que les quebró la vida para siempre. Paula tuvo que afrontar lo que ninguna madre desea: ver a sus dos hijas arrastradas repentinamente por el mar, recibir sus cuerpos en la playa, acompañarlas hasta la morgue de un pueblo cercano, sentarse en la calle durante horas eternas, esperar un par de días más hasta poder trasladarlas a Chile, asistir a su funeral, empezar a armar una vida sin ellas.

LEAR  El Real Madrid supuestamente prepara un gran movimiento por Trent Alexander-Arnold del Liverpool.

“Al principio me costó mucho. Todo era negro, negro, negro, negro. Con el tiempo pasé por varias etapas, te sientes anestesiada, pasas al enojo, la confusión, la pena infinita, el dolor indescriptible, la resignación y finalmente la aceptación. Esa es una palabra corta, pero muy importante. Cuando yo acepté lo que había ocurrido y me dije: ‘Paula, sí, dos hijas tuyas se murieron’, algo cambió y pude empezar a hablar más. Dejé ir el ego. Acepté que la vida me había derrotado, me había liquidado, me había hundido en un hoyo profundo”, explica.

– ¿De verdad ya no sientes rabia?

– Nada. Tuve muchísima, pero ya no.

Como en los días que siguieron a la muerte de sus hijas ella sólo se dedicó a la acción y a los trámites de rigor -“alguien tenía que aplicar cabeza, tomar la batuta en medio de todo eso”, dice-, ni siquiera pudo llorarlas ahí frente a ese mar en Perú. Por eso regresó años después.

“Todo el mundo me decía que no lo hiciera, que era una locura. Lo hice igual. Me encontré un lugar tranquilo, diferente. Me lo lloré todo. Una amiga había puesto una cruz sobre las rocas. Sentada frente al mar, me volví a hacer amiga de él. Yo siempre he amado el mar, de niña nadaba con mi papá. Entonces me paré en la orilla, metí las manos al mar y volví a quererlo. Me había quitado a mis niñitas, pero también me las había devuelto. Pensé qué terrible hubiese sido si ellas nunca hubieran aparecido… Esa visita fue un momento duro, triste, pero volví contenta”, recuerda.

Poco después, liviana, con la aceptación asumida, Paula Assler terminó de escribir un libro biográfico donde repasa no sólo su vida después de la muerte de sus hijas, sino también su propia infancia, sus padres, su permanente sensación de abandono, su larga terapia de psicoanálisis, los otros momentos duros que asegura la prepararon para lo que pasó ese enero de 2016 en Perú. Lo tituló Si digo muerte digo vida y lo publicó hacia fines de 2021. Se lo dedicó a sus seis hijos y también al mar.

Desde entonces, aunque ni se lo imaginaba, nada volvería a ser igual. Otro giro inesperado. Empezaba una ruta de exposición pública, que hoy la tiene convertida en un personaje en redes sociales: tiene 215.000 seguidores en Instagram; 285.000 en TikTok.

“Nos conectamos a través del dolor”

“Esto partió como un proyecto familiar”, aclara. Dice que fue su nieto Federico, el hijo mayor de María José, quien -en la misma época de la aparición del libro y justamente para hacer conocida a quien lo había escrito- la ayudó en la grabación de los primeros videos y los subió a redes sociales. Paula, frente a la cámara, hablaba con la espontaneidad de siempre: del accidente de sus hijas, del duelo, de sus visitas al cementerio para celebrar cumpleaños o Navidad, de sus días buenos, de sus días malos.

Empezó a sumar seguidores. La vitrina hizo que también empezaran a invitarla a charlas y conversatorios. A programas de televisión y de radio. Que la entrevistaran en la prensa escrita. Hoy, como su nieto de 17 años está en un intercambio en Australia, la apoyan dos personas que se preocupan de la producción, grabación y edición del material audiovisual que luego suben a su Instagram y a su TikTok. “Me encanta este último porque es gente más joven. Mis seguidoras más jóvenes tienen 10 y 11 años, nos encontramos el otro día en una feria. Las convidé a mi casa con sus mamás. Sabían mucho de mí, me encontraban la razón en lo que yo contaba en mis videos, me dijeron que lo comentaban en sus cursos del colegio”.

LEAR  Accidente de avioneta en edificio de Fullerton, California; una persona fallecida y al menos 9 heridos.

– ¿Por qué, a tu juicio, eres tan seguida?

– La gente se identifica mucho. Al principio creo que fue también curioso para la gente, ya que se piensa que porque una es rubia, buenamoza, alta, no puede sufrir. Entonces se encontraron con una persona así y que había sufrido, que había estado en lo más profundo. Entonces era una mirada distinta. Que llevaba a romper prejuicios. Y también porque yo soy sincera, soy transparente y hablo tal cual. Eso genera cercanía. Nos pasan las mismas cosas. La gente me ve humana.

Este año sumará más cosas. Está en plena grabación de conversaciones que sostiene por 40 minutos con personas que han atravesado situaciones parecidas a la suya, a partir de una pérdida que puede ir desde un ser querido a una habilidad motora. “Es hablar de corazón a corazón. Nos conectamos a través del dolor. Yo empiezo a hablar de mí y al otro se le hace más fácil porque se encuentra con alguien que ha sufrido igual que él, que también lo ha pasado mal. Entonces caminamos juntos”, explica. Ya tiene tres capítulos grabados, que se realizaron en el café Vilapert de Alonso de Córdova. Con su equipo están viendo la fecha, que será próxima, para empezar a exhibirlos. El ciclo se llamará Conversaciones que abrazan.

También está trabajando en su segundo libro, siempre escribiendo a mano y no en computador. Espera publicarlo antes de que finalice el 2025. “Allí cuento qué ha pasado desde que escribí el libro anterior. Esto de haber entrado en la vida de otros y hacerme pública. De que la gente se me acerque en cualquier lugar y me cuente sus historias, sentarme a conversar horas con ellos, abrazarnos, compartir un café. De repente, eso sí, me gustaría caminar un rato y ser invisible, porque todas esas conversaciones siempre me mueven algo adentro… pero está bien”.

El nuevo libro, explica la autora, será también “una mirada a esa Paula que escribió el primer libro. Ése lo he leído ocho veces, y cada vez que lo hago me lo lloro entero. Me da mucha pena esa Paula que tuvo que vivir eso, que lo pasaba tan mal y que es parte mía”, explica, emocionada. Se repone rápidamente y agrega: “Pero justamente eso es lo que me hizo más fuerte”.

“Todos los días hago un duelo”

Algo que ha traído el paso del tiempo, sostiene Paula Assler, es que lo que pasó ese 18 de enero ella lo ido reconstruyendo con cosas que ha ido recordando después. Uniendo detalles, agregando escenas. Así, por ejemplo, ha llegado a la conclusión de que, de alguna manera, sus dos hijas se despidieron de ella antes de entrar al mar, “porque yo pienso que uno inconscientemente presiente el momento en que se va a morir”.

Entonces cuenta: “La Coté, antes de ir a bañarse, me comentó lo feliz que estaba con su cuarto embarazo. Tenía como cuatro meses. Lo habían pensado harto con su marido, pero se habían decidido y ella estaba contenta. Cuando ella murió, a mí me costó mucho hablar de esa guagüita, porque hacía todo más doloroso… Pero ahora pienso que eso que me dijo la Coté fue para hacerme sentir que ella estaba bien, más allá de cualquier cosa que ocurriera después”.

LEAR  Gerente de México deja ensangrentado después de ser golpeado por lata tras derrota.

“Con la Antonia primero nos bañamos las dos juntas -agrega-. Después ella se tendió de guata y me dijo: ‘Tiéndete aquí, mirándome a mí’. Lo hice, me instalé frente a ella, conversamos. A mí me llamó la atención que me pidiera eso. Lo guardé para mí, y ahora pienso que ella se estaba despidiendo, no me cabe la menor duda”.

Asiente con la cabeza, como para reforzar su certeza. Esboza una sonrisa. “Además, tengo la esperanza de que me voy a encontrar con ellas, te lo doy firmado. Será en otra dimensión, en otra energía, de alguna otra manera, pero nos volveremos a encontrar. Lo tengo clarísimo. No le tengo miedo a la muerte. Yo, con ellas, ya caminé con la muerte al lado”.

Dice que incluso le encontró un sentido a la muerte de sus hijas. Que entiende que hay personas que se resisten a hacer ese ejercicio -la muerte de un hijo es siempre un sinsentido, sostienen-, pero ella sí lo ha ido logrando. “Gracias a mis hijas yo puedo hacer lo que hago ahora, que es darles amor a otros. Son la Coté y la Antonia las que están haciendo este trabajo a través mío, es un proyecto de ellas y es muy bonito”.

Paula Assler parece un vendaval, sobre todo cuando habla de cosas que le contagian entusiasmo. Pero a veces se va al suelo. Hay momentos menos luminosos. Como el 18 de enero pasado, para el noveno aniversario de la muerte de sus hijas. “No sé qué me pasó, pero fue horrible. Una tristeza profunda. Se habían sumado cosas… Diciembre es un mes difícil, con la Pascua, la fiesta familiar, todos contentos y no están ellas. Yo eliminaría ese mes completo. El 15 de enero es además el cumpleaños de la Coté… La pena me duró hasta marzo. Tal vez sea la edad, que tengo más años. Pero fueron tres meses muy duros. Hasta pensé dejar las redes sociales”, confiesa.

– No está controlada la pena, entonces.

– Para nada. Siempre voy a tener pena. A veces voy en el auto y escucho esa canción que le gustaba a las niñitas, Llegaremos a tiempo, de Rosana, y se me caen las lágrimas. Va a ser siempre así. El dolor lo manejo mejor que la pena; ésta siempre se me desborda. Y no la oculto. Si yo me la guardara, me enfermaría.

Se le quiebra la voz. Pese a lo que haga y a lo mucho que se reinvente una y otra vez, siempre será una mujer que perdió a dos hijas. Ella lo sabe. Desvía la mirada hacia esa vista aérea de Santiago que tiene desde el living. Luego posa los ojos sobre los retratos pintados de María José y Antonia sonriendo. “Yo aún las lloro mucho. A mí me dicen: ‘¿Cuándo fue que finalmente estuviste bien?’ Y yo todavía no estoy bien. Todos los días hago un duelo, porque es un día más que no las veo. Nadie sabe cuánto me gustaría que de repente aparecieran, aunque fuera solamente para darles un abrazo”.

Deja un comentario