Describe a su abuelo como bajito, alegre y muy travieso. Se volvía niño cuando llevaba a sus nietos a ver una película. Aquellas salidas tenían el sabor de algún helado de lúcuma y las escenas de cintas como El viaje fantástico de Simbad el marino o las de Cantinflas, John Wayne y Sean Connery. Así, el cine tuvo un rol protagónico y emocional en su formación.
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¿Por qué no fue cineasta? “No me atreví, pero me hubiera encantado ser músico”, dice.
Esos caminos lo llevaron a atravesar, al mismo tiempo, los estudios de Derecho con los de Lengua y Literatura. A una hora, era un estudiante de derecho tributario y, a la siguiente, aprendía sobre morfología del español.
“Las artes en general son dimensiones esenciales en la formación de las personas”, me dice Carlos Garatea Grau, que hoy es, finalmente, profesor universitario en la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde también fue el rector hasta el año pasado.
Y es autor del libro Sueños rotos. Educación y democracia en el Perú (Fondo Editorial PUCP, 2025), que agrupa textos que trazan la geografía de su pensamiento y —por qué no— educación sentimental, como aquella historia junto a su abuelo.
Asegura que el libro que ha publicado tiene un propósito: “Señalar el mundo al revés”. Y vaya que hoy la humanidad está de cabeza. ¿Qué le preocupa más?
Las guerras, la inseguridad, lo que eso significa para quienes creemos en el derecho, quienes creemos en la justicia; y en segundo lugar, lo que me preocupa es cómo encarar una educación de calidad en un contexto en donde las cosas que nosotros les ofrecemos y en las que tratamos de formar a nuestros estudiantes son negadas por la propia realidad. Hoy día hablar del derecho internacional choca con todo lo que estamos viendo: el genocidio que hay en Gaza, los bombardeos que vimos en Irán, las cosas contra los migrantes que ocurren en Estados Unidos, los movimientos de extrema derecha que están creciendo en Europa, y resulta que eso va contra todo lo que nosotros habíamos pensado que ya había quedado atrás.
¿Por qué están pasando esos fenómenos?
Nos hemos olvidado de ver la historia. Nos hemos olvidado de entender la historia. Nos hemos olvidado de conversar entre nosotros, de respetarnos.
De lo que está al revés en el Perú, ¿qué le preocupa más?
Bueno, la pregunta podría ser: ¿qué no está al revés? Hay un tema de falta de institucionalidad que se ha acrecentado mucho, de pérdida de valores democráticos. Estamos viendo un Congreso que hace lo que le da la gana. Estamos viendo cómo se está normalizando la hipocresía y la mentira como forma de gobierno, y también de pensamiento. Entonces, cuando digo que el mundo está al revés, una frase que repitió mucho Guaman Poma de Ayala, lo que intento decir es que necesitamos tratar de, por lo menos, darles un giro a las cosas y al entorno que tenemos. Y ese giro depende fundamentalmente no solo de consolidar un sistema democrático, sino también de la educación.
¿Cuál es el papel de la universidad en ese contexto? Hay voces que dicen que ya no es necesaria.
Lo que le toca es saber responder con serenidad y con eficiencia a los cambios que están ocurriendo en el entorno. Le falta modernizarse, le falta explorar nuevos conceptos que les permitan a los estudiantes entender el mundo. Le falta mostrarle a la sociedad por qué son importantes las universidades. Fíjate, hoy día en el Perú, en el Congreso, hay más de 50 proyectos que están buscando crear nuevas universidades, y eso es una barbaridad. Las universidades son centros de formación de personas y de formación integral, pero simultáneamente tienen que ser lugares donde se practiquen la ciencia, las humanidades, donde haya espacio para el arte, para mantener una identidad cultural. Desde el Estado se han olvidado del impacto que pueden tener las universidades públicas. Por otro lado, tenemos universidades privadas buenas, pero también tenemos universidades privadas que son una caricatura de universidades, y que han conseguido un poder político tan fuerte y tan presente que les permite sortear cualquier tipo de regulación.
¿Por qué ir a la universidad hoy?
No es la única alternativa que debe existir. Se tiene que fortalecer la educación técnica en el Perú. Hay que saber a qué universidad, qué cosa es lo que voy a recibir de esa universidad y qué cosa es lo que estoy buscando hacer también con mi vida.
En el libro, usted escribe que la esperanza pasa por el lenguaje. ¿Por qué?
Cuando uno habla de una sociedad mejor, de una sociedad más sana, la comunicación es una pieza fundamental. Y la comunicación pasa por el lenguaje, porque seamos capaces de entendernos, porque seamos capaces de respetar lo que las palabras significan; porque pasa por no manipular la lengua con el único propósito simplemente de conseguir alguna prebenda.
Personajes como Trump y Milei tienen clarísimo que el lenguaje es crucial.
Así es. El lenguaje te permite amoblar la realidad. Trump y Milei son dos ejemplos de cómo se pueden asignar adjetivos positivos, a pesar de que la evidencia empírica te demuestra que está ocurriendo todo lo contrario. Te cambian la percepción de las cosas. Como la famosa frase “los puentes en el Perú no se caen, se desploman”. Por eso, creo que tenemos que recuperar el lugar de la cultura en la formación de los seres humanos, y creo que eso es algo que nos toca hacer a las universidades.
Autoficha:
-“Miguel Grau es mi tatarabuelo. Pertenezco a la familia descendiente del almirante Grau, directamente. En alguna oportunidad pensé, cuando estaba en el colegio, en optar por la vida naval, pero luego me desencanté. Me cuido de no caricaturisar su personalidad”.
-“Tengo 58 años. Nací en Lima. Hice un doctorado en México gracias a una beca de la OEA. Entré a la universidad como profesor y de ahí me fui a Alemania por otro doctorado. Volví y seguí como profesor e hice una carrera de gestión académica hasta llegar al rectorado”.
-“Tengo dos proyectos de nuevos libros: uno sobre la lengua como objeto histórico, el caso del español en América. Y, en paralelo, tengo otro proyecto que me entusiasma muchísimo, vinculado a José María Arguedas, en el sentido no tradicional, sino de entender a Arguedas de manera integral”.
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