Por: Ricardo Sánchez Serra Dakhla: el desierto que florece. Una lección de visión y dignidad para el Perú y el mundo

He tenido el privilegio de visitar Dakhla en dos ocasiones: en 2022 y nuevamente en junio de 2025. En ese breve lapso, fui testigo de una transformación que no solo impresiona por su escala, sino que conmueve por su significado. Donde antes se extendía el desierto, hoy emergen viviendas modernas, complejos hoteleros, parques, mercados y avenidas. Dakhla está dejando de ser una frontera para convertirse en un faro de desarollo, esperanza y dignidad.

 

La ciudad, ubicada en las provincias del sur de Marruecos, es hoy un símbolo de paz, dinamismo y futuro. Vi a una población saharaui alegre, libre, con fe en lo que viene. Niños jugando en parques, familias compartiendo en cafés, mercados llenos de productos frescos, restaurantes con comensales locales y extranjeros. Una ciudad viva, vibrante, en expasión. El desierto se está convirtiendo en un edén.

Este renacimiento no es casual. Es fruto de una visión de Estado. El rey Mohammed VI ha destinado más de 7,000 millones de dólares a inversiones en las provincias del sur, con proyectos que abarcan desde infraestructura vial hasta energías renovables, educación, salud y conectividad internacional.

El corazón de esta estrategia es el megapuerto de DakhlaAtlántico, actualmente en construcción. Con una inversión superior a los 1,200 millones de dólares, será el más moderno del Atlántico Sur africano. Aunque su entrega está prevista para 2029, se estima que estará listo en 2028. Hoy, ya genera empleo directo para más de 1,800 personas. Este puerto, junto con el consolidado Tánger Med, posicionará a Marruecos como un eje logístico global entre África, Europa y América Latina.

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Pero Dakhla no solo es infraestructura. Es también un destino turístico de clase mundial. Sus playas vírgenes, su laguna de aguas turquesas y sus vientos constantes la han convertido en un paraíso para el kitesurf, el windsurf y el parapente. Cada año, miles de turistas llegan atraídos por su belleza natural, su hospitalidad y su autenticidad cultural. Desde la Isla del Dragón hasta la Duna Blanca, Dakhla ofrece experiencias únicas que combinan aventura, naturaleza y bienestar.

El contraste con Tinduf, en Argelia, es doloroso. También estuve allí. En los campamentos de refugiados saharauis, más de 40,000 personas sobreviven desde hace casi cinco décadas en condiciones infrahumanas. Sin libertad de movimiento, sin oportunidades reales, dependientes casi por completo de la ayuda humanitaria. Las tasas de anemia, desnutrición y mortalidad infantil son alarmantes. Tinduf es una prisión a cielo abierto, administrada por el terrorista Frente Polisario, donde la esperanza se diluye entre el polvo y el silencio.

Dakhla y Tinduf representan dos modelos opuestos: uno de desarrollo, inclusión y futuro; el otro, de estancamiento, represión y manipulación política. La diferencia no está en el pueblo saharaui -que es el mismo- sino en el entorno, la voluntad política y la visión de país.

Desde otras latitudes, esta realidad debería invitar a una reflexión serena pero firme. El conflicto del Sáhara marroquí, artificialmente prolongado por intereses geopolíticos ajenos al bienestar de su población, ha frenado durante décadas la integración del Magreb y ha convertido a la región en un terreno fértil para la inseguridad, el tráfico de personas y el crimen transnacional. La propuesta de autonomía presentada por Marruecos -seria, creíble y realista- ha sido respaldada por un número creciente de países que apuestan por una solución política definitiva bajo los auspicios de la ONU.

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Sin embargo, la parálisis persiste. La IV Comisión de la ONU, encargada de los procesos de descolonización, no ha visitado los campamentos de Tinduf desde la década de 1970. ¿Por qué? ¿Teme acaso lo que podría ver y constatar? ¿Teme escuchar a quienes no tienen voz? Tampoco se ha realizado un censo oficial de la población saharaui en Tinduf, a pesar de los reiterados pedidos del Consejo de Seguridad y del ACNUR. ¿Qué se oculta? ¿Por qué Argelia, país anfitrión, se niega sistemáticamente a permitirlo? Ni siquiera la Comisión de Derechos Humanos de la ONU ha podido ingresar libremente a los campamentos. ¿Qué miedo hay?

Estas omisiones son inaceptables. La comunidad internacional no puede seguir mirando hacia otro lado. El Perú, como nación comprometida con la paz, el desarrollo y los derechos humanos, debe alzar la voz con claridad y valentía. Apoyar la propuesta de autonomía que Marruecos ofrece para su Sáhara no solo sería un acto de coherencia diplomática, sino también una contribución concreta a la paz y la estabilidad regional. No se trata solo de diplomacia: se trata de estar del lado de la vida, del progreso y de la libertad.

Frente a este panorama, el Perú no puede quedarse al margen. Con los puertos de Callao, Chancay y Paita, tenemos el potencial de articular un eje logístico de primer nivel en el Pacífico sudamericano. Pero para ello se necesita visión, decisión y una política de Estado que entienda que el desarrollo portuario no es solo infraestructura: es geopolítica, es soberanía, es futuro.

Dakhla nos enseña que el desarrollo no se improvisa. Se planifica, se invierte, se ejecuta. Y sobre todo, se cree en él. Mientras algunos aún discuten mapas del pasado, Marruecos construye el futuro. Y lo hace con dignidad, con inclusión y con resultados.

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El Perú debe mirar hacia adelante. Y mirar hacia Dakhla.

Porque no hay neutralidad posible frente al sufrimiento ni tibieza justificable ante la injusticia. Apoyar la autonomía marroquí no es solo una decisión diplomática: es un acto de responsabilidad histórica, de defensa de la verdad y de apuesta por la paz.

Como dijo Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz y sobreviviente del horror: “Siempre debemos tomar partido. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al torturador, nunca al torturado.”

Que el Perú no sea cómplice del silencio. Que esté, como siempre ha estado en los grandes momentos, del lado de la libertad, la dignidad y la vida.

(*) Premio mundial de periodismo “Visión Honesta 2023”

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