“Tráeme soluciones, no problemas”: la cultura que está matando la innovación y a tu empresa

Hace poco estuve en una reunión donde todos sabían qué no funcionaba, pero nadie lo dijo por miedo a “traer problemas”. Mientras esa cultura siga imperando, la innovación seguirá siendo solo una declaración de intenciones sin resultados concretos.

“En la innovación el punto de partida no son las soluciones, son los problemas. Si solo les damos voz a los equipos cuando ya tienen todo resuelto, estamos suprimiendo la parte más valiosa del proceso”.

Desde la innovación, hay algo que debemos decir con claridad: el punto de partida no son las soluciones, son los problemas. Si solo les damos voz a los equipos cuando ya tienen todo resuelto, estamos suprimiendo la parte más valiosa del proceso: esa en la que se aprende, se colabora y se construye una solución en equipo.

El problema de estos liderazgos es que generan culturas del silencio, donde las personas ocultan lo que no saben y presentan PowerPoints llenos de éxitos, mientras los dolores reales se ocultan bajo la alfombra.

Según un artículo de McKinsey, el 85% de los ejecutivos reconoce que el miedo, ya sea a la crítica, a la incertidumbre o a las consecuencias profesionales, frena de forma frecuente los esfuerzos de innovación (McKinsey, Fear Factor: Overcoming human barriers to innovation, 2019).

Esto afecta la cultura, la competitividad, la retención de talento y la calidad de las decisiones. Las empresas que no enfrentan sus problemas a tiempo, terminan enfrentando sus consecuencias con más costos y más desgaste.

En contra respuesta, está emergiendo otra forma de liderar: una que valora la conversación honesta sobre los desafíos. Que usa el error como un insumo más y entiende que mostrar un problema no es un signo de debilidad, sino el primer paso para solucionarlo.

La innovación no es una chispa de creatividad ni un área aparte con muebles de colores. Es una práctica cultural. Un hábito que parte por permitirnos ser honestos con lo que no sabemos y con lo que no está funcionando.

Si queremos organizaciones adaptables y con visión de futuro, necesitamos líderes que acompañen. No basta con declarar apertura, hay que incorporar procesos que valoren la exploración antes que la rapidez, y formar equipos donde pensar juntos sea parte del trabajo diario. La innovación se habilita con estructuras y decisiones coherentes todos los días.

Un comienzo simple puede ser: una reunión periódica para hablar abiertamente de lo que no está funcionando y pensar soluciones juntos. Lo clave es sostener ese espacio en el tiempo, sin que lo borren las urgencias o los egos.

Si los problemas siguen siendo invisibles, las soluciones seguirán siendo decorativos, y los resultados, cada vez más difíciles de sostener.

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