Una escultura de bronce de Ignacio Gana podría ubicarse próximamente en un lugar destacado de Brickell.
Gana es un artista chileno residente en Miami que ha propuesto colocar temporalmente una escultura titulada Chocolate Girl en un terreno municipal de la Avenida Brickell. La obra mide 4,5 metros de altura y está valorada en 500.000 dólares. Se prestaría sin costo alguno para la ciudad”, publicó el medio estadounidense The Next Miami a principios de esta semana.
No sería la primera escultura monumental que el artista chileno instalaría en esa ciudad. Antes fue Flamingo Girl, ubicada en los alrededores del Design District. “Me gusta desafiarme y ponerme metas altas: Chocolate Girl es aún más grande, y forma parte de un sueño que persigo con fuerza: crear esculturas monumentales cada vez más ambiciosas y emplazarlas en las calles y avenidas más emblemáticas de las grandes ciudades del mundo”, dice Ignacio Gana.
Brickell es el corazón financiero de Miami, un sector por el que transitan cerca de dos millones de personas a diario.
“Eso le dará una visibilidad inmensa, lo cual me emociona profundamente. Como siempre digo, me gusta “’tirarme a la piscina’ y este es sin duda uno de los desafíos más importantes de mi carrera”, agrega el escultor.
Gana egresó de arquitectura en la Finis Terrae el año 2000 y durante algunos años ejerció esa profesión en paralelo al arte, que ha sido su gran pasión. Paulatinamente fue volcándose hacia la escultura. Hace casi 10 años que tomó la decisión de trasladar su carrera a Estados Unidos. “Elegí Miami como mi base, mi ‘headquarters’, desde donde he podido proyectar mi trabajo hacia distintos lugares del mundo. Esta ciudad me entrega una energía vibrante y multicultural, y también la infraestructura necesaria para desarrollar mi obra”, apunta.
Viaja constantemente -con frecuencia a grandes ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Madrid, Londres o Dubái-, pero es la urbe de Florida donde se siente más cómodo, afirma, y también donde ve mayores posibilidades de expansión. Inicialmente eligió esa ciudad por comodidad, cuenta.
Aunque su arribo a Estados Unidos no fue del todo a ciegas porque ya tenía contratos con galerías de arte en Chicago, Nueva York y Miami, fue esta última locación la que en aquel entonces le ofrecía mejores condiciones para trasladarse junto a su familia. “Buscaba un aterrizaje más amable, especialmente en cuanto al idioma. Además, siempre me ha atraído la naturaleza, el clima, la playa… y Miami ofrecía todo eso. Fue, sin duda, una muy buena elección”, afirma.
A los seis meses de haber llegado, a fines de 2017, lo eligieron Artista del Año de los Latin Grammy Awards. Estuvo a cargo de ilustrar el afiche y la imagen de la ceremonia de los premios que tuvo lugar en Las Vegas y donde se convirtió en ganador de su categoría. Un hito que impulsó su carrera. Hoy colabora con galerías como Art Angels, en Los Ángeles, y mantiene proyectos en Nueva York, además de Miami.
Oficio y autogestión
¿Por qué cree que su obra ha conectado con un público amplio? “Si tuviera que resumirlo en una palabra, diría: perseverancia. Ha sido un elemento clave en todo este recorrido. También creo que otro factor fundamental ha sido la autenticidad. Mi obra es un reflejo de cómo vivo la vida, de lo que siento, lo que pienso y como observo el mundo. Y creo que eso la hace única. Intento que cada escultura lleve impreso ese espíritu: alegría, disfrute, una invitación a pasarlo bien. En ese sentido, siento que mi trabajo logra encantar -casi como si pudiera, onomatopéyicamente, traer magia a lo cotidiano-. Mis obras buscan regalarle al espectador un instante de pausa, de sueños, de conexión con algo más profundo y lúdico al mismo tiempo. Un momento para detenerse y vivir, aunque sea por un instante, algo extraordinario”, responde el chileno.
Y recalca que en su trabajo hay una búsqueda permanente de perfeccionar el oficio. Se preocupa de que sus esculturas estén bien terminadas, que transmitan solidez y perduren en el tiempo de manera que puedan ser disfrutadas por varias generaciones. “Ese nivel de acabado y dedicación es, sin duda, parte de mi sello como artista, y creo que es algo que el público reconoce y valora profundamente”, destaca.
Señala que gran parte de su carrera se ha construido gracias a la autogestión. “Nadie conoce ni defiende tu obra mejor que tú mismo, y por eso le dedico muchas horas a la gestión de mi trabajo”, enfatiza el artista. Comenta que actualmente está desarrollando varios proyectos en paralelo: acaba de terminar un libro en Londres, mientras realiza otro en España y uno más en Chile. Al mismo tiempo prepara una exposición en Los Ángeles y está a punto de instalar una de sus esculturas más grandes en Miami. “Todos estos hitos han sido posibles gracias a una gestión activa y constante. Nunca me he quedado esperando que los proyectos lleguen por sí solos; salgo a buscarlos. Por supuesto, a veces las oportunidades aparecen, pero creo firmemente que, en la mayoría de los casos, hay que salir a encontrarlas”, dice Gana.
En ese mismo espíritu “busquilla” se mantiene en constante movimiento. Cuenta que aunque le encanta pasar tiempo trabajando en su taller, también valora profundamente los momentos de ocio creativo que le permiten pensar, observar y conectar con nuevas ideas: “Siempre digo que soy como una esponja que va recogiendo estímulos de la vida para luego transformarlos en obra”.
Empoderamiento monumental
Le tomó poco más de un año completar Chocolate Girl -escultura de casi 15 pies de altura, unos 4,5 mts, hecha en cobre y compuesta por casi 60 piezas ensambladas como un inmenso rompecabezas-, que fue seleccionada por el Departamento de Arte de la ciudad de Miami.
“Es un tributo a la mujer empoderada que ha logrado soltar todo tipo de dificultades para alcanzar sus sueños. Una obra profundamente femenina, que habla de la sensualidad, de la belleza, y también de la fortaleza silenciosa de la mujer contemporánea. Me conmueve cómo esta pieza contrasta con el entorno en el que estará: una figura serena, plácida, instalada en medio del vértigo cotidiano. Estoy seguro de que generará un momento de pausa, de alegría y reflexión. Así como el toro está en Wall Street, yo quería que la figura de esta mujer estuviera presente en el corazón financiero de Miami, representando poder, belleza y determinación”, se explaya.
Chocolate Girl.
La obra permanecerá allí al menos uno o dos años, o hasta que la ciudad de Miami lo estime conveniente, explica el escultor. Añade: “Lo relevante es que estoy abriendo un nuevo punto de exposición y eso es tremendamente importante. Lo que se gana como artista es visibilidad, es un gran logro personal colocar una escultura de esta envergadura en un lugar tan emblemático”.
Gana menciona que ha logrado abrirse espacio en una ciudad donde también se encuentran obras de nombres consagrados como Botero, Jaume Plensa o KAWS. “Más allá de ‘ganar’ como artista, lo que verdaderamente me motiva es tener la posibilidad de compartir mi obra con el público. Estar presente en el paisaje urbano y dejar una huella”.
¿Y luego qué? Ignacio Gana está trabajando para llevar una escultura monumental a Europa o Asia. “Es un sueño que ya estoy proyectando. Cada ciudad tiene su propio lenguaje, su energía, su ritmo, y me interesa dialogar con ese entorno a través de obras que puedan generar impacto, belleza y reflexión”.
Un mercado prometedor
Sus obras han sido adquiridas por una amplia variedad de personas: coleccionistas, decoradores, desarrolladores inmobiliarios, empresas, municipalidades o personas naturales que valoran y disfrutan del arte. El rango de edad va, en general, entre los 30 y los 70 años, afirma el artista. La mayoría de mis compradores son estadounidenses, seguidos por chilenos y luego europeos, en ese orden.
Dice que, aunque le encantaría contar con un mecenas como era en los viejos tiempos, es un convencido de que hoy más que nunca invertir en arte es una herramienta poderosa dentro del mercado. “Mis obras han incrementado significativamente su valor con los años, lo cual las convierte en un activo sólido, especialmente en tiempos de incertidumbre. Se podría decir que el arte es uno de los instrumentos de inversión más estables y duraderos. Sería muy positivo que más empresarios, instituciones y personas del mercado reconocieran ese potencial y decidieran invertir en arte no sólo por su belleza”.
A Chile viene cada vez que puede, dice. “Mi raíz está allá, mi familia, mis afectos. Pero mi base de trabajo está en Miami”. Sin embargo, le interesa seguir presente en el mercado nacional. “Le tengo un cariño muy especial a mis clientes chilenos, que han acompañado mi trabajo desde sus inicios. Muchos de ellos han continuado adquiriendo mis nuevas colecciones, lo que me llena de gratitud y alegría. Al mismo tiempo, soy consciente de que afuera hay un mercado amplio y lleno de posibilidades. El arte chileno está a un muy buen nivel y creo que tiene mucho que ofrecer al mundo”.