Hubo una época en que los árboles hablaban y los ríos cantaban.
Hoy, en cambio, los glaciares se derriten en silencio. El hielo que parecía eterno no lo es. En solo una generación, el Perú ha perdido más de 62 mil hectáreas de superficie glaciear.
Según el informe de MapBiomas Agua Perú, algunas cordilleras han visto desaparecer más de la mitad de su cobertura. No hubo explosión ni incendio. Solo ausensia.
El agua también se retira. Las cuencas pierden superfcie. Los meses son más secos. Las líneas azules en nuestro mapa ya no son estables ni seguras.
No es una metáfora. Es el país. Es el cuerpo de un territorio que se recalienta. Es el tiempo que se vuelve más corto.
En medio de esa urgencia, hay quienes empiezan a mirar distinto. No se trata solo de producir, sino de sostener. De dejar de ver la naturaleza como obstáculo o insumo. De reconocer que también hay valor en conservar.
Hay inversiones que desgastan y otras que permiten seguir. Algunas solo extraen. Otras, cuando se hacen bien, abren espacio para que algo continúe.
El clima no está esperando. Cada glaciar que se derrite no marca el final de algo. Es apenas el principio de lo que vendrá.