Por: Ricardo Sánchez Serra Solidaridad que no se olvida: Rusia y Perú, 55 años de gratitud pendiente

Este 18 de julio se conmemora el 55.º aniversario del Día de la Solidaridad Ruso-Peruana, instituido en memoria de los médicos, técnicos y enfermeras soviéticos que perdieron la vida en un avión Antonov desaparecido en el Atlántico mientras transportaban ayuda humanitaria al Perú. Aquella tragedia, ocurrida tras el devastador terremoto de Yungay de 1970, se convirtió en símbolo de una solidaridad sincera, profunda y heroica que merece ocupar un lugar de honor en nuestra memoria colectiva.

Tras el desastre que dejó más de 70 mil muertos, la entonces Unión Soviética fue uno de los primeros países en enviar ayuda. Y no fue simbólica: hospitales gigantescos de campaña, helicópteros, toneladas de medicinas, casas prefabricadas, alimentos, ropa de abrigo, equipos quirúrgicos y personal altamente capacitado, que trabajó sin descanso en Huaraz, Yungay y otras zonas afectadas. En Huaraz, el hospital militar donado por la URSS aún funciona. En Yungay, las casas prefabricadas soviéticas siguen llamándose “las casas rusas”. Se atendieron a más de 32 mil personas, se vacunó a 90 mil y se dieron sepultura a miles de víctimas. La ayuda fue inmediata, directa y determinante.

El 18 de julio de 1970, el Antonov que traía más ayuda desapareció en el Atlántico. A bordo iban 22 personas: médicos, enfermeras, técnicos y tripulantes. En su honor se instituyó este día. Hoy, se recuerda en Huaraz y Moscú, pero no con la notoriedad que amerita en Lima, en Palacio de Gobierno, en el Congreso, en nuestras universidades o en las aulas escolares.

¿Dónde está nuestra gratitud diplomática? La memoria histórica no puede depender de la coyuntura ni someterse al olvido por comodidad. La solidaridad recibida en aquel momento debería celebrarse de manera nacional. Recordar no es solo un acto humano, es también una responsabilidad institucional.

No fue el único gesto. En la década de 1990, durante el conflicto entre Perú y Ecuador, cuando muchos países se abstuvieron de vender armas a los contendientes, Rusia autorizó a Bielorrusia la venta de aviones MiG-29 y Sukhoi Su-25 al Perú. Esa decisión estratégica permitió fortalecer nuestras capacidades defensivas y abrir camino a negociaciones de paz. Un respaldo político y militar que tampoco debe ignorarse.

Sin embargo, hoy, en medio del conflicto entre Rusia y Ucrania, el Perú ha adoptado una posición política que, si bien legítima en su soberanía, ha prácticamente congelado las relaciones bilaterales sin una revisión histórica ni estratégica. No se trata de justificar ninguna guerra ni de respaldar ciegamente a una potencia, pero sí de recordar que las relaciones internacionales requieren contexto, prudencia y equilibrio.

Como bien expresó el presidente Donald Trump a Volodímir Zelenski: “No debiste iniciar una guerra con un país veinte veces más grande.” Más allá del autor, la frase evidencia que toda política exterior debe basarse en realismo geopolítico. La diplomacia, en este sentido, no se construye con impulsos ni posturas ideológicas automáticas, sino con visión, madurez y análisis.

Por eso, desde este espacio, corresponde hacer una reflexión a nuestra Cancillería: el Perú no debe comprarse pleitos ajenos ni dejarse guiar por presiones externas o modas políticas. Nuestro país tiene el derecho -y el deber- de mantener relaciones respetuosas y estratégicas con todos los países del mundo, sin comprometer sus valores, pero tampoco su memoria.

No abrir canales diplomáticos, no sostener intercambios técnicos ni culturales, no fomentar el diálogo, no es neutralidad: es negligencia diplomática. Y esa negligencia puede tener consecuencias más allá del momento coyuntural.

Como dijo el poeta y diplomático francés Paul Claudel: “La diplomacia no consiste en decir lo que se piensa, sino en pensar lo que se dice.” Una frase que encierra la esencia del oficio: el deber de pensar antes de aislar, recordar antes de juzgar, y construir antes de condenar.

Porque en política exterior, cerrar puertas es fácil; lo difícil es restaurar el respeto perdido. Y como diría cualquier peruano de corazón: “A los amigos no se les olvida, ni se les da la espalda.”

(*) Premio mundial de periodismo “Visión Honesta 2023”

LEAR  ¿Cuál es el propósito de desmentir el reportaje del NYT?

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