Fernando Massú no está tranquilo. El presidente del Banco BTG Pactual, vicepresidente de Clínica Las Condes, director de Hites, miembro del Consejo de la Fundación Adolfo Ibáñez y de la Universidad del mismo nombre y vicepresidente de la Fundación Nuestros Hijos; sigue el pulso de varios sectores de la economía, que le permiten tener una visión clara de lo que está sucediendo en el mundo real, el cual considera que hoy tiene prácticamente las mismas demandas de antes del estallido.
En entrevista con Señal DF, habla principalmente de cómo está viendo Chile, de lo expectante que está frente al acontecer político y las próximas elecciones presidenciales. Cuestiona la falta de unidad de la derecha y enciende las alarmas ante el avance de la candidata del oficialismo, Jeannette Jara.
Dice que su propuesta económica de “crecer hacia adentro”, debería inquietar a algunos sectores.
Enfatiza que hoy lo clave para invertir en Chile es que haya reglas claras y estables. “Se necesita un marco institucional legítimo, una política tributaria predecible y un Gobierno que promueva el crecimiento económico con un buen uso de los recursos públicos. Además, es urgente terminar con la burocracia y los enredos de la permisología, que hoy traban muchas inversiones. Todo esto debe apuntar a mejorar la vida de las personas: mejor salud, educación, seguridad y más empleo”.
Es ingenuo pensar que, al formar parte de una coalición de partidos, el Partido Comunista moderará su agenda. La historia reciente demuestra que esa esperanza no tiene sustento. El riesgo de que se apliquen medidas ideológicas con efectos duraderos sobre la economía es real y no debe subestimarse.
-¿Cómo está observando el mundo empresarial el escenario que se está configurando de cara a las elecciones presidenciales?
-En estos cuatro meses previos a la elección presidencial, los candidatos debieran dejar de centrarse en disputas ideológicas y enfocarse en explicar con claridad cuáles serán sus principales propuestas.
Jeannette Jara ha sido explícita en su intención de eliminar las AFP, establecer un sueldo mínimo de $750.000 en cuatro años y revisar el acuerdo entre SQM y Codelco, si este no está firmado. Son definiciones claras que ya generan señales importantes al mercado y al electorado.
Sin embargo, muchas de las demandas ciudadanas actuales son similares —o incluso más graves— que las que había antes del Gobierno de Boric, y podrían abordarse no con más gasto fiscal, sino con un uso más eficiente de los recursos del Estado.
Por eso, si los candidatos no abordan seriamente los problemas de productividad y eficiencia del Estado, el país podría enfrentarse a una crisis aún mayor en el futuro.
-¿Y cuáles son sus expectativas dado el escenario actual?
-Creo que hay un problema estructural no abordado, y que ningún actor político ha enfrentado con decisión. No se trata solo de evitar promesas populistas, sino de reconocer que muchas de ellas son inviables sin generar un daño serio al país.
-Un informe de JPMorgan antes de las primarias decía que el mercado veía negativo que esa elección la ganara Jeannette Jara, pero la bolsa al otro día cerró con ganancias, después bajó algo, pero no hubo una caída estrepitosa. ¿Qué es lo que está percibiendo el mercado?, porque hay una candidata del PC con planteamientos económicos bien distantes a lo que el mercado aprueba y la bolsa y el dólar se mueven más por factores externos que internos.
-El mercado ha estado expectante, anticipando un posible cambio de Gobierno hacia una línea distinta a la actual administración de Boric. Eso explica que, pese a ciertos temores, no haya habido una reacción drástica inmediata. Seguimos contando con fundamentos macroeconómicos relativamente sólidos. Contamos con un Banco Central autónomo, que ha sido prudente al reducir las tasas de interés en función de la inflación y considerando con cuidado el complejo escenario internacional.
Sin embargo, más allá del contexto global, yo no comparto esta complacencia del mercado local ante Jeannette Jara y lo que podría venir. La candidata oficialista representa al Partido Comunista, y considero que este partido intentará imponer su visión tanto en la agenda legislativa como en la orientación de la política económica. Además, me parece preocupante que, aunque se intente disimular, ella haya señalado que la economía debe “crecer hacia adentro”, lo que apunta a un modelo más cerrado al comercio internacional. Por eso, no comparto la calma de algunos sectores; creo que es una candidata que no se debe subestimar en absoluto.
-¿Qué cree que finalmente va a pasar en la segunda vuelta?
-Durante el Gobierno de Boric, las encuestas le han otorgado un 30% estable de apoyo, pero también hay un porcentaje significativo de la población que aún no define su voto. Ese es el riesgo: con propuestas como aumentar el sueldo mínimo a $750 mil o reactivar la economía desde lo nacional, en un contexto con casi 1 millón de desempleados y más de 10 millones de trabajadores con ingresos bajos, mucha gente podría apostar por una alternativa populista, porque siente que no tiene nada que perder. Prometer un sueldo de $750 mil puede sonar atractivo, pero no se explica que eso puede traer más desempleo, mayor gasto fiscal y tasas de interés más altas debido a la inflación que provocaría. Con propuestas así, esa candidata se vuelve más competitiva. Por eso me pregunto: ¿de verdad vale la pena arriesgar la estabilidad del país por falta de unidad en el otro sector político?
-¿Eso quiere decir que ve como una posibilidad que Jeannette Jara gane las elecciones?
-No lo descarto. Hace no tanto, los que iban primeros en las encuestas eran Matthei para la presidencial y Tohá en las primarias. Pero ahora la cosa cambió harto: Jara y Kast están arriba en los sondeos. Y ojo, todavía quedan cuatro meses para la elección, así que esta carrera recién empieza.
-¿Cómo ve que reaccionará el mercado si gana Jara las presidenciales?
-Si Jeannette Jara resultara electa presidenta —algo que sinceramente espero no ocurra—, estaríamos frente a un cambio radical en el modelo económico que ha regido en Chile durante las últimas décadas. Su programa plantea una serie de medidas que, en conjunto, podrían tener efectos muy negativos sobre el empleo, la inversión y el bienestar de las personas. Por ejemplo, ha propuesto un alza importante del salario mínimo. Una medida de este tipo, sin considerar la productividad ni la realidad de las pequeñas empresas, tiende a generar un aumento del desempleo. Además, su visión apunta a un modelo más cerrado al comercio internacional, lo que elevaría los costos de producción y reduciría la calidad de bienes y servicios. Esto, a su vez, alimentaría la inflación y debilitaría el poder adquisitivo de los consumidores. Apostar por un modelo más cerrado implica renunciar a economías de escala, encarecer insumos productivos y limitar la diversidad y calidad de los bienes a los que acceden las personas.
Otro punto crítico es su intención de eliminar las AFP. En ese escenario, el Estado pasaría a administrar directamente los fondos de pensiones, favoreciendo un sistema de reparto por sobre el ahorro individual. Ya hemos visto los pobres resultados del Estado en la gestión de recursos públicos —como lo evidencian los casos de corrupción en fundaciones, fraudes en licencias médicas, entre otros—. Pero, además, el impacto sobre el mercado de capitales sería profundo: habría menos ahorro disponible para financiar créditos, lo que afectaría especialmente al crédito habitacional y a quienes buscan acceder a una vivienda.
Finalmente, es ingenuo pensar que, al formar parte de una coalición de partidos, el Partido Comunista moderará su agenda. La historia reciente demuestra que esa esperanza no tiene sustento. El riesgo de que se apliquen medidas ideológicas con efectos duraderos sobre la economía es real y no debe subestimarse.
La unidad de la derecha
-¿Le preocupa el comportamiento de la derecha?
-Sí. Veo a la derecha más enfocada en disputas internas que en enfrentar al verdadero adversario. Hay al menos cuatro candidatos en el sector, lo que fragmenta las fuerzas y fortalece a la candidata oficialista. No subestimo a Jeannette Jara: es competitiva y está bien posicionada, por lo tanto, la desunión nos puede costar muy caro.
-Pero da la sensación que la unidad de la derecha no se concretará sino hasta después de la primera vuelta.
-Ese es un error. Más que insistir en diferencias personales o ideológicas, los candidatos de derecha deberían buscar puntos en común. Hay coincidencias claras entre Chile Vamos, Republicanos e incluso Parisi. La división solo proyecta debilidad. La suma de sus apoyos supera el 50%, entonces cuesta entender que no logren unirse por el bien del país. La ciudadanía está pidiendo unidad y soluciones concretas.
-La candidatura de Evelyn Matthei cuenta con el apoyo de los principales economistas del país. José Antonio Kast anunció el jueves pasado la incorporación de Jorge Quiroz como coordinador económico ante las críticas de que no tenía equipo. A nivel de elite eso es relevante, y se podría ver como una ventaja por parte de la candidata de Chile Vamos, pero para el común de la gente parece no ser tema…
-No creo que sea solo un tema de élites quién integre un equipo económico. Lo importante no es el nombre, sino las ideas que se impulsen desde ahí. Al final del día, las políticas que ese equipo promueva van a impactar directamente en la vida cotidiana de las personas: en su empleo, en los precios, en su capacidad de ahorro y en el acceso al crédito.
-Si Jeannette Jara logra incorporar a su equipo económico a un economista del socialismo democrático reconocido, es decir, si logra contar con un Marcel como tuvo Boric, ¿eso dará algo de tranquilidad al mercado?
-Ojo, ya hay al menos un par de economistas de centroizquierda que han decidido restarse del equipo de Jeannette Jara justamente porque no comparten su visión económica. Eso dice mucho. Si personas que han estado vinculadas históricamente a gobiernos de centroizquierda no se sienten cómodas con ese programa, es una señal clara de que lo que se está proponiendo no va en la línea de lo que ha funcionado en Chile en las últimas décadas.
Entonces, más allá de si logra sumar una figura conocida, lo relevante es qué tipo de modelo económico busca instalar. Y si ese modelo no promueve crecimiento, inversión ni estabilidad, los efectos los sentiremos todos, no el mercado ni las élites, sino la gente común, en sus trabajos, en sus bolsillos y en sus oportunidades.
Administración Boric -¿Cuál es su balance del actual Gobierno?
-El Presidente Boric intentó en un principio impulsar un Gobierno transformador, centrado en una nueva Constitución. Pero cuando el 62% del país rechazó esa propuesta, quedó claro que no había respaldo para ese nivel de cambio. Eso fue un remezón fuerte y marcó el primer gran ajuste de su administración.
Los primeros meses fueron una extensión de la campaña, con propuestas como eliminar el Senado, crear tribunales indígenas y modificar profundamente el sistema judicial. Pero tras el rechazo, el Gobierno debió retroceder y comenzar a enfrentar la realidad.
Hoy, muchas de las urgencias que motivaron el estallido social —como salud, empleo y vivienda— siguen presentes o incluso han empeorado. Un crecimiento económico promedio del 2% muestra que no se hicieron las reformas necesarias para mejorar esas condiciones.
El desempleo actual es, en parte, consecuencia de algunas reformas que hoy son presentadas como logros, pero que han afectado directamente la generación de empleo.
Hay una cifra del Banco Central que suele ser ignorada por la izquierda y que merece atención. Según el Banco Central, la combinación de la reducción de la jornada laboral y el alza del sueldo mínimo ha generado un aumento del 4,8% en el desempleo de grandes empresas. Esto demuestra que ciertas medidas populistas están teniendo efectos negativos concretos sobre el empleo.
-O sea, tiene una mala evaluación.
-Sí, mi evaluación del Gobierno es negativa. Chile ha crecido por debajo del promedio de la OCDE, del promedio mundial, y por debajo de países comparables de América Latina. Además, hemos retrocedido en competitividad y en percepción de seguridad.
-¿No le concede nada? ¿Algún ámbito donde hemos ganado?
-Algunos mencionan las 40 horas o el alza del sueldo mínimo, pero basta ver la tasa de desempleo y el nivel de informalidad para entender el costo que han tenido esas políticas. En salud, el intento de reemplazar las Isapres con seguros complementarios fue un fracaso.
Quizás lo más rescatable ha sido el intento del ministro Marcel por proyectar una imagen de orden fiscal. Sin embargo, en los hechos, el gasto estructural ha seguido aumentando y se ha hecho un uso excesivo de los fondos de emergencia. Además, se permitió el vaciamiento del Fondo de Estabilización Económica y Social, y se autorizaron retiros de ahorros públicos a corto plazo.
Todo esto ha debilitado la capacidad financiera del Estado y ha comprometido su margen de maniobra ante futuras crisis. Por lo tanto, la gestión económica, incluso desde Hacienda, deja más dudas que certezas.
-¿Qué le dicen los inversionistas de cómo ven los próximos meses o hasta que haya claridad de quién gobernará Chile en los próximos años?
-Lo que transmiten los inversionistas es una gran incertidumbre. Y cuando hay incertidumbre, lo primero que se frena es la inversión. Una señal concreta de esta desconfianza es que hoy el total de créditos del sistema bancario equivale a cerca del 70% del PIB, cuando hace algunos años superaba el 90%. Esto no es un dato técnico más; refleja que tanto la inversión como el consumo han retrocedido de manera significativa. Las personas y las empresas están menos dispuestas a endeudarse porque no ven con claridad qué va a pasar.
Y si ya el presente muestra una economía debilitada, el panorama futuro genera aún más preocupación. La posibilidad de que el próximo Gobierno sea encabezado por una coalición liderada por el Partido Comunista, con una agenda profundamente intervencionista, genera un temor legítimo en los mercados. La sola expectativa de que se avance hacia un modelo de más control estatal, menos apertura y menos espacio para la iniciativa privada ya está teniendo efectos concretos.
A eso se suma que desde la centroderecha no se ve una señal clara de liderazgo ni una propuesta contundente que le dé tranquilidad al país. Esa falta de rumbo en ambos lados solo aumenta la incertidumbre. En este contexto, los próximos meses serán de mucha cautela. Nadie va a tomar decisiones relevantes de inversión hasta que no se despeje el escenario político y quede claro si Chile seguirá apostando por un modelo que promueva el crecimiento, el empleo y la estabilidad.
EFICIENCIA EN EL GASTO
A Fernando Massú le preocupa profundamente la eficiencia en el gasto público. Desde su experiencia en diversas industrias como salud, retail y banca, observa que muchos problemas urgentes podrían abordarse sin necesariamente aumentar el gasto fiscal, sino mejorando cómo se utilizan los recursos disponibles.
“Por ejemplo, en el área de salud, más de 2 millones de personas están en listas de espera para una consulta y sobre 200.000 esperan por una cirugía. Cada año, cerca de 30.000 personas mueren esperando atención médica. Fonasa, con 16 millones de afiliados, recauda principalmente a través del 7% de cotización de solo 6 millones de personas activas. De esa recaudación, más del 70% se gasta en licencias médicas, no en mejorar el acceso o la calidad de la atención”. Ese desbalance, dice, debería ser una prioridad nacional.
Massú propone que parte de los recursos que hoy se destinan a programas mal evaluados —cuyo gasto acumulado entre 2018 y 2022 alcanzó los US$ 2.400 millones—, podrían reasignarse para políticas más efectivas. Un ejemplo concreto: subsidiar la tasa de interés para créditos hipotecarios de hasta 4.000 UF, ayudando a familias jóvenes y trabajadores desbancarizados que hoy no logran acceder a una vivienda por falta de ahorro o ingresos suficientes.
Insiste en que no se trata de recortar por recortar, sino de eliminar programas ineficientes y redirigir esos recursos a donde realmente se necesita. “No se trata de llegar con una motosierra como Milei, sino de poner orden y priorizar”, afirma.