El partido ya había terminado. La sub-18 de Sporting Cristal acababa de golear 6 a 0 a Alianza Universidad. En la tribuna quedaban los ecos: abrazos apurados, mochilas al hombro, madres grabando los últimos minutos con el celular. Yo caminaba hacia la salida, cuando me crucé con ellos: un señor de andar lento, pero firme, mirada tranquila, y su hija, madre de uno de los chicos que acababa de jugar.
Ella me reconoció primero. Se me acercó con una mezcla de timidez y entusiasmo: “¿Usted es Romina? La que escribe sobre fútbol formativo los fines de semana”. Asentí algo sorprendida. Me sonrió con ternura y señaló al abuelo: “Mi papá lee todo lo que escribe. No se pierde uno”.
Conversamos unos minutos. Me contaron que él no se pierde los partidos de su nieto, que aunque los años le pesan, el corazón se le aligera cada vez que lo ve correr detrás de la pelota. Que no opina mucho, pero observa todo con atención, como cuando lee casi todos los periódicos cada día, aunque no siempre le alcanza el tiempo.
Yo, que a veces escribo entre tareas de casa, madrugadas de café frío y correcciones de último minuto, entendí de golpe algo simple: lo que decimos importa. Porque hay familias que leen en busca de una señal, de una herramienta, de una palabra que los oriente en ese camino largo y a veces confuso que es acompañar a un niño futbolista.
La mamá, con los ojos brillosos, me agradeció por hablar de lo que nadie habla. Por recordar que esto es más que goles. Que se trata de formar seres humanos.
Y entonces me fui con dos certezas. La primera, que hay madres y padres atentos, sensibles, que no buscan fama ni contratos, sino que sus hijos crezcan bien. Que se esfuercen, que aprendan a perder, que no se rompan por dentro cuando no son convocados. Padres que quieren criar, no presionar. Y que valoran cada herramienta que los ayude a entender ese proceso.
Y la segunda, acaso más luminosa: que los abuelos son los guardianes invisibles del fútbol formativo. No gritan, no corrigen, no exigen. Acompañan. Inspiran. Transmiten. Y con eso basta. Son testigos nobles, sabios de tribuna. Son lo que todos necesitamos cerca para no olvidarnos de qué va todo esto.
Ese día, como tantos otros, ganó Cristal. Pero lo importante, lo que de verdad me conmuvió, ocurrió fuera de la cancha.
Recibe tu Perú21 por correo electrónico o por WhatsApp. Suscríbete a nuestro periódico digital enriquecido. Aprovecha los descuentos aquí.
VIDEO RECOMENDADO: