Hace 14 años, Amy Winehouse partió a la eternidad. Tenía solo 27 años y un talento enorme, gigante, que quedó inmortalizado en 3 álbumes: Frank, Back To Black y Lioness: Hidden Treasures.
En estos tres discos, Amy Winehouse no solo sacó su corazón y lo puso en una bandeja para que la gente escuche cada latido. Amy sacó todo, entregó hasta la última gota de su sangre y más. Lo que dejó en su música es pasión, es alma, es ella.
Amy fue totalmente transparente con sus emociones. En sus canciones hay gritos de auxilio, desgarradores desamor y autocrítica visceral.
Si uno escucha sus temas a profundidad, podría osar a decir que conoció a la artista en la vida real, porque eso era lo que ella entregaba: la pura y cruda realidad de su vida en cada canción.
De Amy se puede decir mil y un cosas (y tal vez la mayoría sean ciertas), pero es innegable el legado que dejó en la industria musical.
Con su arte, Amy inspiró a artistas emergentes de la época de los 2010’s, siendo Adele una de las artistas que en su momento fue comparada con la intérprete de ‘Rehab’.
Hasta el día de hoy, su legado continua vivo. Si no, pregúntenle a Mark Ronson, el antiguo productor musical de Amy que ahora trabaja con la artista Raye, quien ha sido catalogada como la ‘nueva Amy’.
Podrán seguir pasando los años y, seguramente, Amy siga siendo fuente de inspiración para muchos artistas. Ella se fue, pero su arte sigue aquí, seguirá aquí y, mientras alguien lo recuerde, no morira.
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