Cuando Chelsea sorprendió al mundo del fútbol al derrotar Paris Saint-Germain 3-0 en la final de la Copa del Mundo de Clubes de la FIFA, no fue solo el marcador que sorprendió a los aficionados y expertos. El partido, jugado en MetLife Stadium en Nueva York, debía mostrar la cúspide del fútbol de clubes. En cambio, se convirtió en un símbolo de la creciente ambición de la FIFA—y su disposición para doblar normas establecidas desde hace mucho tiempo en el proceso.
Bajo la superficie de una dominante actuación del Chelsea—con dos goles en la primera mitad de Cole Palmer y un gol clinico de Joao Pedro—se desarrolló una controversia más sutil. Una que no tenía que ver con tácticas o arbitraje, sino más bien con el espectáculo que rodeaba al juego mismo.
Espectáculo del medio tiempo que cruzó la línea
Por primera vez en la historia de la FIFA, se introdujo un show de medio tiempo durante una final de la Copa del Mundo de Clubes. Se pensó que iba a reflejar la grandeza del Super Bowl y llevar la cultura pop global al mundo del fútbol. Sin embargo, este movimiento ambicioso salió mal de una manera que violó una de las regulaciones más básicas del fútbol.
De acuerdo con las reglas de la International Football Association Board (IFAB), el intervalo de medio tiempo no debe exceder los 15 minutos. Sin embargo, frente a una audiencia global y bajo las luces de MetLife, la actuación duró unos asombrosos 24 minutos y seis segundos—una violación de las Leyes del Juego que FIFA misma impone en todos los niveles.
FIFA aún no ha emitido una respuesta formal o explicación por la violación de la regla, ni ha enfrentado ninguna sanción formal. Pero cuanto más persista el silencio, más sugiere que se ha priorizado el entretenimiento sobre la regulación.
Un show estelar que resultó fallido
A pesar de su duración récord, el show de medio tiempo recibió reacciones mixtas o negativas de parte de los aficionados y críticos por igual. Artistas como Doja Cat, J Balvin, Tems, Emmanuel Kelly, e incluso Coldplay participaron en el espectáculo, que se llevó a cabo en una plataforma de varios niveles construida en las gradas del estadio en lugar de en el campo.
Aunque el evento buscaba llevar el “poder unificador de la música” al fútbol, la ejecución dejó mucho que desear. Los aficionados presentes supuestamente pasaron el descanso haciendo cola para comprar bocadillos y usar los baños, como es típico en los partidos de fútbol, prestando poca atención a las actuaciones en vivo.