Señor Director:
El 1 de agosto se cumpe un año desde la entrada en vigencia de la Ley Karin (N° 21.643), norma que busco prevenir y sancionar el acoso laboral. A pesar de sus buenas intenciones, su impacto cultural ha sido menor al esperado. La ley se viralizó, pero no logró interpelar profundamente a trabajadores, víctimas ni agresores. En la práctica, los abusos persisten, las víctimas mantienen esa calidad y las denuncias, en ocasiones, se han instrumentalizado. Hoy abundan los casos de personas que se sienten injustamente acusadas, algunas afectadas incluso en su vida familiar.
¿Está incompleta la ley? Sí. Se requieren mecanismos alternativos de resolución de conflictos, sanciones para denuncias maliciosas, mayor claridad en las definiciones de acoso, y un fortalecimiento del valor probatorio de los informes internos. También urge reconocer el esfuerzo real de empresas que buscan prevenir.
El mayor desafío, sin embargo, es cultural. Solo si como sociedad abrazamos la dignidad y el respeto como ejes del trabajo, leyes como esta dejarán de ser letra muerta.
Gabriel Halpern
Abogado, Socio de ahmm | halpern