La gente gana fama por algo falso, irreal. Muchas veces, lo que se ve en redes sociales no muestra la verdad. Se muestran vidas perfectas que no existen, y eso afecta mucho a los adolescentes, que están buscando quiénes son.
Pero a la vez hay cosas positivas, cada uno debe educar su algoritmo. Podemos decidir qué ver y a quién seguir. Si elegimos bien, las redes pueden ser útiles, motivadoras e informativas.
Es uno de los lugares donde más ansiedad hay, sin embargo, es el lugar donde más nos encontramos. Aunque muchas veces nos hacen sentir mal, seguimos conectados porque ahí está todo. Son un vicio que necesitamos para vivir.
Somos adictos a mirar relojes y procesos ajenos. Son personajes felices y estáticos. Solo vemos lo bueno de los demás, y eso nos lleva a compararnos. Comienza la ansiedad por compararse, que crea pesos emocionales. Nos sentimos mal por no ser como los otros.
Las redes sociales crean el “ya ahora”, que todo lo quiero inmediato. Todo debe ser rápido, sin esperar, y eso afecta cómo vivimos el presente.
Dictaminan quiénes somos. Si no tenemos cuidado, dejamos que las redes nos definan. Por eso, es clave usarlas con conciencia, sobre todo en la adolescencia, cuando todavía estamos construyendo nuestra identidad.
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