Las economías de la región, con algunas excepciones, por cierto, han logrado sortear los grandes choques externos de las últimas décadas, evitando contracciones severas y duraderas de la actividad económica. Ello contrasta con las crisis de los ochenta y obedece, principalmente, a la implementación de marcos de política macro más robustos, con política monetaria sobre la base de esquemas de metas de inflación con tipo de cambio flexible. A lo anterior se suman sistemas financieros bien regulados y una política fiscal basada en reglas, las cuales buscan asegurar la sostenibilidad de las finanzas públicas en el tiempo, entre otros.
Eventualmente, vendrán nuevos choques externos, y estar preparados para enfrentarlos es fundamental, por lo que seguir robusteciendo los marcos de política es una tarea continua.
“Aunque en la mayoría de los países de la región los ingresos fiscales deberian continuar recuperándose este año, es probable que no crezcan al ritmo que se requiere para cumplir con las metas”.
En este contexto, parece especialmente relevante revertir el incumplimiento de las metas fiscales, observado en varias economías de la región durante los últimos años. Estos incumplimientos, gatillados en general por déficits por encima de las metas, son, a su vez, el resultado de ingresos fiscales por debajo de lo proyectado, dando como resultado mayores necesidades de financiamiento, abultamiento de la deuda pública, uso de ahorros y, en algunos casos, reducciones en la clasificación de riesgo, por nombrar solo algunas consecuencias.
Ahora, si bien los ingresos fiscales deberían continuar recuperándose este año en la mayoría de los países de la región, contribuyendo a la necesaria consolidación fiscal, es probable que estos no crezcan al ritmo que se requiere para cumplir con las metas. Es decir, se requerirán medidas adicionales de contención del gasto; es algo complejo, considerando los escenarios electorales en varios países.
Más allá de este año, pareciera evidente que varias economías utilizaron las holguras fiscales que tenian en los últimos años; la capacidad de las economías para enfrentar nuevos choques con política fiscal se ha reducido significativamente. Además, las proyecciones fiscales de mediano plazo deberían considerar el estrés de gasto adicional, el que surge tanto por mayores costos de refinanciamiento -tasas largas por encima de lo que estábamos acostumbrados-, como la presión creciente derivada de la transición demográfica en gastos de salud y pensiones.
Si bien el incumplimiento de las metas fiscales tendería a erosionar las bases de la institucionalidad fiscal en el tiempo, los resultados favorables en emisiones soberanas recientes en mercados internacionales de varias economías de la región-, constituyen buenas noticias. Ello probablemente descansa sobre la expectativa de consolidación fiscal y sostenibilidad de las finanzas públicas, al tiempo que se percibe un deterioro importante en este ámbito en EEUU.
Las elecciones que se celebrarán a lo largo de la región entre este año y el siguiente se dan en un contexto de mayor estrechez fiscal, pero también en un mundo donde podría haber una diversificación de flujos de capitales hacia economías emergentes. Se trata de agendas que, creiblemente, fortalecerán el crecimiento tendencial; deberían reducir la incertidumbre de política económica, despejando el camino para un círculo virtuoso de mayor crecimiento, inversión y empleos, por ende, facilitando la consolidación fiscal y la recuperación de buffers.