Jim Tuchler, un minorista del área de Chicago, y el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, tienen mucho en común estos días.
Tuchler dice que la agitación en torno a los aranceles lo ha dejado atrapado en un juego donde solo puede adivinar cuál será su factura de impuestos a la importación cuando finalmente se deba pagar.
Su sitio de comercio electrónico acaba de hacer un pedido a China por “literalmente US$ 80 mil en medias”, dice Tuchler. “¿O me va a costar, como, US$ 200 mil? ¿Cómo se puede planificar un negocio así?”
Llevado a mayor escala, la pregunta que enfrenta Powell es casi la misma. Si miles de empresas no pueden prever los costos de sus insumos o las tasas impositivas sobre sus exportaciones, ¿cómo puede la Fed prever la trayectoria de la economía? Unos aranceles estadounidenses más altos podrían aumentar la inflación. La presión resultante sobre los consumidores -además de las represalias de otros países- podría afectar la producción, el empleo y la inversión. Y esos resultados apuntan en direcciones opuestas cuando se trata de fijar las tasas de interés.
Es una ilustración de cómo la guerra comercial de Donald Trump ha convertido el comercio global en una caja negra gigante; y no por accidente.
Su secretario del Tesoro, Scott Bessent, describe el enfoque de Trump como “incertidumbre estratégica”, una referencia a la idea de que mantener a las contrapartes en la oscuridad respecto al objetivo final de EEUU puede ayudar a lograr mejores acuerdos. Independientemente de como funcione eso en las negociaciones comerciales, es una pesadilla para cualquiera que intente trazar un camino a futuro, desde las empresas hasta los bancos centrales.
Se espera que la Fed mantenga las tasas sin cambios cuando se reúna esta semana. Más allá de eso, las cosas se vuelven inciertas. Trump, y ahora también Bessent, han estado presionando al banco central para que comience a flexibilizar la política monetaria. Las expectativas del mercado para un movimiento en junio están aumentando.
Michael Hanson, economista senior de JPMorgan Research, proyecta un recorte en septiembre, cuando se espera que comience a disminuir la peor parte de la inflación por aranceles y que el mercado laboral se haya debilitado. Pero reconoce el grado inusual de opacidad que surge de la guerra comercial en cuestiones como si habrá recesión en EEUU este año.
“No está claro de inmediato cuál será el resultado final”, dice Hanson, cuyo equipo está tratando de aislar los canales más afectados por los aranceles -como la inversión empresarial- y cómo la inflación podría erosionar el consumo. “Hablamos sobre los riesgos y la distribución de los riesgos”.
“La idea completa”
Eso también será clave para el enfoque de la Fed. Sus pronosticadores siempre tienen una visión base. Pero esta vez, al incorporar los impactos del comercio en sus modelos y observar los resultados en precios, crecimiento y empleo, los caminos alternativos probablemente tendrán un peso adicional.
“Más que nunca, el análisis de escenarios es realmente importante”, dice Seth Carpenter, economista jefe global de Morgan Stanley.
Los responsables de política y las empresas parecen coincidir. El Banco de Canadá publicó en abril dos conjuntos de proyecciones para capturar diferentes posibilidades, en lugar de una sola previsión. En un paso inusual, United Airlines emitió dos previsiones de ganancias separadas, una basada en estabilidad y otra en una recesión por guerra comercial.
La “incertidumbre estratégica” de Trump va en dirección opuesta a la evolución del comercio mundial en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El objetivo de las políticas ha sido crear orden a partir del caos, armonizando un sistema arancelario desordenado y estableciendo reglas de negociación fijas que permitan a los países aprovechar sus ventajas comparativas y acceder a mercados extranjeros.
Ese sistema se basaba en que no tenía sentido que los más de 160 miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) establecieran tarifas individuales a voluntad, según Alan Wm Wolff, exsubdirector de dicha institución. Aquello contrasta con la cultura de negociación que Trump ha traído al proceso, dice.
“Totalmente impredecible”
Además, la política comercial tiende a mirar hacia adelante con algún estado final definido, ya sea mejores mercados para ciertos productos o alianzas estratégicas más sólidas. En el caso de Trump, “hay muchas preguntas sobre cómo todo esto suma a una política comercial, y cuáles son los objetivos subyacentes profundos”, dice Nathan Sheets, economista jefe global de Citibank. “¿Hasta qué punto están imponiendo aranceles solo para luego eliminarlos?”
La Casa Blanca ha dejado claras sus objeciones al statu quo -por ejemplo, exigiendo mayor relocalización de la producción en EEUU-. Pero ese es un proceso que podría tardar años en desarrollarse.
Mientras tanto, la situación actual cambia rápidamente. Trump dijo el domingo que los acuerdos comerciales con algunos países podrían concretarse tan pronto como esta semana, sin identificar cuáles. El vicepresidente JD Vance dijo a Fox News la semana pasada que un acuerdo con India será, probablemente, uno de los primeros.