Economista Andrés Solimano: “Chile no está para que se adopten medidas radicalizadas a lo Milei o Trump”

Andrés Solimano (69 años) es uno de los economistas chilenos que más alto ha llegado en los organismos internacioneles. El ingeniero comercial de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con un doctorado en el MIT, fue director en el Banco Mundial, director ejecutivo en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso-Chile) y asesor regional de la Comisión Económica para América Latina (Cepal).

Hoy, quien también fue académico en Oxford, preside el Centro Internacional de Globalización y Desarrollo. Se toma una pausa para abordar la situación política y económica de Chile y el mundo, marcada por el resultado en las primarias oficialistas que dio como ganadora y carta presidencial a la exministra PC Jeannette Jara, en lo interno; y la nueva ronda de aranceles decretada por el Gobierno de Donald Trump, en lo internacional.

“Chile tiene que seguir con su desarrollo exportador, pero ahora pasar a un desarrollo exportador menos intensivo en recursos naturales y más intensivo en actividades con mayor valor agregado”.

– ¿Con qué sensación quedó tras las primarias?

– Me pareció interesante el resultado. Me sorprendió la diferencia de votos tan grande entre las dos candidaturas principales, las de Jeannette Jara y Carolina Tohá. Creo que Jara refleja un anhelo de un cambio en la orientación del modelo económico y social, con más énfasis en la equidad social. Fue la ministra del Trabajo que introdujo las 40 horas, subió el salario mínimo, logró la reforma previsional (aunque con sus limitaciones) y empezó el tema de la negociación ramal. Noto que le atrae al electorado una persona que no pertenece a las élites económicas y políticas tradicionales en Chile y que impulsa cambios que favorezcan “a los de abajo”.

– Usted fue parte de la comision tecnica que apoyó la tramitación de la reforma de pensiones en la Cámara, donde le tocó interactuar mucho con Jara.

– Sí, es una persona juiciosa, que busca los acuerdos y es muy dialogante, aunque me parecio insuficiente el acuerdo previsional logrado. Jeannette Jara tiene una personalidad que sintoniza con la gente común y corriente de este país a la que no le gusta, me parece, la gente con un tono agresivo o que sugieren ser “dueños de la verdad”.

– En 2013 usted colaboró con la campaña de Marco Enríquez-Ominami. ¿Está dispuesto a participar en alguna de las campañas?

– No, no tengo en este momento contacto con ninguna de las candidaturas. Si soy invitado a conversar o a dar algunas ideas, uno no puede restarse, pero no tengo ambiciones de puestos futuros en ningun Gobierno.

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– ¿Qué le parecen las propuestas económicas de Jara?

– Sus propuestas están en un documento de 7-8 páginas, bastante compacto. En lo existente podría identificar dos o tres áreas que destacan. Una es el énfasis de reorientar la producción más para el mercado interno, asociado con la idea de que es necesario pagar mejores sueldos en la economía chilena. Eso también puede estimular el consumo y el ahorro. Lo interpreto como buscar un cambio en la distribución funcional del ingreso en favor más del factor trabajo. También impulsa un programa de construcción masiva de viviendas sociales, lo que es urgente dado el déficit en este sector.

Es interesante la idea de salarios más altos, a través de este salario vital. Si uno se remonta a la historia, por ejemplo Henry Ford, el empresario fundador de la Ford Motor Company en Estados Unidos, en la década de 1920 proponía y recomendaba subir los salarios, e instó a otros industriales a hacer lo mismo. Dijo que esto tiene dos ventajas: que genera en el trabajador más motivación, adhesión e identificación con la empresa, mejorando el clima laboral y la productividad; además a nivel macro, genera más poder de consumo y reactiva la economía.

También, la agenda de Jara considera reforzar el área laboral, con la negociación ramal. El programa hasta el minuto es acotado y se necesita expandirlo y dar más detalles.

– En 100 años el mundo y la economía han cambiado muchísimo. ¿Es factible un plan de demanda interna?

– La teoría y la práctica económica dicen que, a medida que los países van creciendo y su ingreso por habitante aumenta, sube el consumo de la población y el tamaño del mercado interno se expande. Chile pasó en 30 años de un ingreso per cápita cercano a los US$ 8 mil a US$ 30 mil medido en paridad de poder de compra. Esa es una regularidad de los procesos de desarrollo económico.

Ahora, esto tiene límites: si uno ve por ejemplo a China, los organismos internacionales y la comunidad económica le ha recomendado que baje sus tasas de ahorro interno, que son muy altas, y suba el consumo y baje un poco el crecimiento de las exportaciones.

– ¿Pero Chile puede crecer dejando su vocación exportadora?

– Chile, un país más pequeño, tiene que seguir con su desarrollo exportador, pero ahora pasar a un desarrollo exportador menos intensivo en recursos naturales y más intensivo en actividades con mayor valor agregado. Partiendo por el cobre, el litio y también la manufactura. La expansión del mercado interno es una consecuencia del crecimiento del PIB per cápita.

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– ¿Pero el aumento de salarios no puede terminar generando un efecto sobre la inflación?

– Hay que considerar los efectos de presión de costo que podría tener sobre la inflación y el empleo, aunque por ahora me parece bajo. No creo que el aumento reciente del desempleo, de tipo estacional quizas, se deba a las reformas laborales que ha hecho el Gobierno de Boric, sino que son consecuencia en cierto grado de las políticas seguidas por el Banco Central y en parte la política fiscal. El Banco Central no baja la tasa de interés y eso afecta el costo del crédito, la inversión, el consumo de bienes durables y todo eso se refleja también en las cifras del crecimiento y del empleo.

Desigualdad: “Gran tema”

– ¿Qué opina de los programas económicos de las candidaturas de oposición como Kast y Matthei?

– Tampoco hay un programa económico muy acabado en estas candidaturas. Las agendas económicas de las candidaturas de la derecha siguen bastante la agenda del gran empresariado, que enfatiza la reducción de los impuestos a las utilidades de las empresas, contener los costos laborales afectando beneficios adquiridos por los trabajadores. Tienen un discurso bastante anti Estado, “reducir la grasa” como le llaman, y omiten el gran tema de la desigualdad de riqueza e ingresos, que es muy alta en Chile.

Yo leí el documento llamado El Puente e inmediatamente hice la asociación (real o imaginaria) de que este grupo “transversal” simpatiza con las políticas económicas de Milei en Argentina, y con la agenda DOGE de Elon Musk y de Trump. Se busca una reducción radical del empleo del sector público y buscan eliminar conquistas sociales. Eso también lo he visto en las candidaturas de la derecha. Estas propuestas, tienden a impulsar una especie de neoliberalismo tardío, pero muy radicalizado.

– ¿Piensa que se pueden terminar aplicando medidas como las de Milei o de Trump en Chile?

– En Chile la gente necesita más seguridad económica y menor desigualdad. No está la situación para que se adopten políticas económicas radicalizadas al estilo Milei o Trump. Tendría cuidado de no entrar en esa línea.

Contexto geopolítico

– Usted como exalto funcionario internacional ¿cómo interpreta todo lo que está ocurriendo en el mundo en el último tiempo?

– Estamos en una situación de crisis seria a dos niveles al menos: por un lado, una crisis de la globalización iniciada en las décadas de los ‘80 y ‘90; por otro, una crisis de la hegemonía internacional de EEUU, que resiente la irrupción económica de China y el paso a un sistema multipolar. También están los problemas del calentamiento global y la persistente desigualdad al interior de los países y las grandes brechas de desarrollo existentes entre el norte global y el sur global. Preocupa la desafección con la democracia y la irrupción de líderes con tendencias autocráticas.

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Lo fundamental será cómo se resuelva la trilogía de desglobalización, crisis política interna en EEUU y amenazas a la democracia.

– ¿Qué genera esta crisis de la democracia?

– Esto se da con la aparición de una derecha radicalizada en diferentes países y también en Chile. También está el problema de que los gobiernos socialdemócratas en el mundo, por apartarse de sus tradiciones históricas, no fueron capaces de reducir la desigualdad, la precariedad del empleo y la vulnerabilidad de las familias.

En EEUU se ve una nueva administración Trump que contiene serios rasgos autoritarios y que busca terminar con la globalización tal como la hemos observado desde los ‘90. Es un gran desafío que no se desestabilice la principal potencia económica y militar del mundo.

En lo económico y político, EEUU se ha volcado en contra del multilateralismo y del sistema económico internacional que apoyó antes. Entonces, sube los aranceles con todo tipo de acciones erráticas, llevándolos a un nivel que no habían estado desde el principio de la década de 1930. Ahora además ponen un arancel de 50% al cobre, lo que nos va a afectar negativamente.

– ¿Qué posición debiera tomar Chile en este contexto?

– Chile es un país geográficamente remoto, con cerca de 20 millones de habitantes y que, por lo tanto, no tiene el peso internacional para ser decisivo en el escenario global. Creo que tiene que evitar tomar partido en las disputas entre súper potencias y mantener una posición de principios.

Me parece bien lo que ha dicho el Presidente Boric cuando fueron los ataques aéreos a Irán al decir que se respete el derecho internacional. No podemos vivir en un mundo de mentalidad de vaqueros del Viejo Oeste norteamericano, en que el más fuerte domina, el que tiene el armamento más sofisticado define el orden internacional.

Chile tiene que abogar por la solución diplomática y consensual de los conflictos internacionales y las diferencias que hay entre países. Tiene que seguir abogando por un orden económico internacional más justo, con una distribución de beneficios más equitativa entre el sur global y el norte global. Tiene que abogar por la no intervención en los asuntos internos de otros Estados y por la vigencia universal, y en todos los países del mundo, de los derechos humanos y de la democracia.

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