El desafío que no puede esperar

En un país marcado por la polarización, la inseguridad y el estrés cotidiano, los colegios tienen una tarea urgente: convertirse en espacios emocionalmente seguros. No basta con enseñar si no atendemos la salud emocional de quienes aprenden.

Según el Minsa, más de un millón de menores fueron atendidos por episodios depresivos en 2023 y según el Minedu, en 2024 se han registrado más de 10,000 casos de problema de convivencia escolar. Muchos de estos casos tienen su origen en la creciente violencia ciudadana y la falta de espacios seguros y de contención emocional para niños y adolescentes.

La escuela no puede seguir siendo solo un espacio de exigencia académica. Debe ser una comunidad de cuidado, donde la tutoría no sea un relleno en el horario, sino un espacio de conexión real entre docentes y estudiantes. Necesitamos fortalecer las habilidades socioemocionales: enseñar a los niños a explicar lo que sienten, a resolver conflictos sin violencia, a construir vínculos sanos.

Garantizar que cada niño y adolescente tenga una escuela segura emocionalmente, no puede ser solo responsabilidad del docente porque las familias tienen una primera responsabilidad en la formación. Se necesita un compromiso real y articulado entre escuelas, familias y autoridades para que proporcionen los recursos para tratar estos casos.

Según el portal Punto Seguido de UPC, solo el 2% de los colegios en el país cuenta con un psicólogo. No dejemos que la escuela se convierta en un reflejo de la fractura social. Convivencia escolar no es solo disciplina: es bienestar, es ciudadanía, son relaciones sanas. Es el primer paso para construir el Perú que todos queremos.

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