El quechua en la pantalla

Más allá del entretenimiento o la apreciación artística, el cine representa una puerta para conocer realidades y experiencias que de otro modo no serían posibles para muchas personas. A través de las pantallas se accede a historias de países lejanos, de momentos históricos o incluso de mundos imaginarios. Se experimentan emociones, se conocen lenguas, culturas y modos de vida distintos. El subtitulaje y el doblaje han sido herramientas clave para que ese acceso sea posible. Resulta difícil imaginar películas como El Rey León, Star Wars, una serie coreana o un anime japonés sin versiones dobladas o subtituladas al español. La traducción en el cine no es un detalle técnico menor: es una forma concreta de inclusión, de acceso cultural y de reconocimiento de audiencias diversas.

Por eso el mensaje del documental peruano Runa Simi (2025), dirigido por Augusto Zegarra, resulta tan potente. La obra narra la historia de Fernando Valencia, un actor de doblaje cusqueño que sueña con que El Rey León se doble algún día al quechua. Desde su estudio casero, junto a su hijo, graba versiones no oficiales de películas animadas, impulsado por la convicción de que sus hablantes también tienen derecho a acceder a las historias que el mundo entero disfruta.

Esta película aún no se ha estrenado en Perú, pero ya viene recorriendo festivales en el extranjero. Recibió el premio al mejor nuevo director de documental en el Festival de Cine de Tribeca 2025, uno de los certámenes más relevantes del cine independiente a nivel internacional. También ha sido reconocida en el Sheffield DocFest, en Inglaterra. Su mayor impacto, por ahora, se da fuera del país, donde, hay que decirlo, el debate sobre representación lingüística encontra más eco que en el Perú mismo.

Según el Censo Nacional 2017, más de 3.7 millones de peruanos tienen el quechua como lengua materna, y cerca de 4.4 millones lo entienden o lo hablan. Es la lengua indígena más hablada del país y una de las más extendidas del continente, con presencia en Bolivia, Ecuador, Argentina y Colombia. Además, el Perú alberga 48 lenguas indígenas originarias —según el Ministerio de Cultura— muchas de las cuales se encuentran en riesgo severo de desaparición.

El idioma no es simplemente una herramienta funcional que se puede olvidarse o cambiarse por otra más “útil”: es una forma de entender el mundo, de nombrarlo y de habitarlo. Comprender esto no es importante solo por el número de hablantes, sino también por el lugar simbólico que estas lenguas ocupan y para entender al peruano que no habla castellano, o que no solo habla castellano.

La representación lingüística y cultural en los medios es parte de esa discusión que, hasta ahora, no ha tomado la importancia que merece. Por eso, Runa Simi llama la atención sobre la inclusión de lenguas originarias en el cine, en el doblaje, en las plataformas digitales y en la educación. Mientras estas lenguas no sean parte de los relatos que se consumen, seguirán siendo tratadas como restos del pasado y no como parte del presente.

El quechua no debe usarse solo para discursos vacíos sobre la inclusión o para fines convenientes, como lo han hecho políticos, congresistas o incluso la presidenta. Y menos para que los medios acompañen con esta manipulacion. Lo que se necesita es permitir que las lenguas ocupen espacios centrales en la narrativa pública.

La representación importa tanto en términos de identidad individual como en lo que una sociedad considera legítimo, valioso y digno de ser contado. Cuando una lengua ocupa una pantalla, no solo se la escucha: se la reconoce. Los peruanos que hablan otras lenguas distintas al castellano no son los otros, son peruanos.

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