Jugadas maestras desde el fin del mundo

Gina Ocqueteau

Hace unos días, DF publicó la historia de Juga, una artista y ajedrecista chilena que, después de presentar su videoclip junto a las mejores jugadoras del mundo en el torneo Norway Chess, emprendía rumbo a Rapa Nui para organizar el primer campeonato de ajedrez en la isla. A simple vista, puede parecer excéntrico. Pero si se mira bien, es una jugada maestra. Una síntesis perfecta de lo que Chile tiene y muchas veces no ve: talento silencioso, visión global, arraigo profundo en lo local. Todo en un solo movimiento. Y sobre todo, estrategia.

En un país que muchas veces duda de lo propio y exige pasaporte sellado para valorar una idea, lo que hizo Juga desde no es menor, es simbólico. Una declaración de identidad, propósito y posibilidad. El talento chileno no está encerrado en Santiago ni necesita esperar autorización externa. Puede surgir desde una isla remota, una sala de ensallo o una obsesion personal, y proyectarse al mundo con fuerza y sentido.

“No basta con crecer: hay que decidir desde dónde crecemos, con quiénes y para qué. Y eso implica incluir en nuestra estrategia nacional a las regiones, a los talentos no tradicionales, a las ideas que surgen lejos del centro”.

Chile tiene ejemplos de sobra: científicos, artistas, tecnólogos, emprendedores. Lo que falta no es capacidad. Lo que falta es confianza. Y estrategia. Una estrategia que entienda que el desarrollo no solo se juega en las grandes cifras, sino también en el tejido cultural, creativo y territorial que le da forma y alma a ese crecimiento.

La historia de Juga revela esa oportunidad. Según cifras oficiales, las industrias creativas ya representan un 2,2 % del PIB. Y más aún: las micro, pequeñas y medianas empresas -que en gran parte son emprendimientos locales- componen el 98 % del tejido empresarial chileno y aportan cerca del 17 % del PIB. Es decir, ya hay una economía que nace desde la identidad, el conocimiento y la creación distribuida. Muchas veces, lejos del centro.

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Chile ocupa el lugar 51 en el Índice Global de Innovación, siendo la segunda economía más innovadora de la región. El talento existe. Pero aún falta una arquitectura estratégica que permita que ese potencial se traduzca en trayectorias reales.

Lo que pasó en Rapa Nui es más que un torneo. Es una metáfora de lo que Chile podría hacer si conectara mejor sus piezas. Una artista organiza un evento con niños, jóvenes y adultos en una isla. Se hace con música, con ajedrez, con símbolos. Se construye desde la emoción y la disciplina. Se genera comunidad, esperanza, pertenencia. Eso también es desarrollo. Y, probablemente, uno de los más sostenibles: el que nace desde adentro, no impone, sino que escucha y construye.

En el ajedrez, cada jugada exige visión de conjunto. No basta con mover una pieza: hay que leer el tablero completo, anticipar, construir. Lo mismo ocurre cuando pensamos el país. No basta con crecer: hay que decidir desde dónde crecemos, con quiénes y para qué. Y eso implica incluir en nuestra estrategia nacional a las regiones, a los talentos no tradicionales, a las ideas que surgen lejos del centro y que, sin embargo, tienen el poder de transformar.

Juga entendió antes que muchos que el talento no tiene geografía, pero sí necesita condiciones. Que la descentralización no es solo un eje administrativo, sino una oportunidad cultural, social y económica. Chile tiene la oportunidad -y también la necesidad- de pensar sus próximos movimientos con esa mirada. Y empezar, por fin, a jugar su propia estrategia. Con audacia. Desde todos sus territorios.