La arrogancia fatal de las ONG

Thomas Sowell describe a los ungidos (‘anointed’) como una élite intelectual que se percibe a sí misma como moral e intelectualmente superior, capaz de resolver los problemas más complejos mediante soluciones que ignoran el conocimiento disperso de millones de individuos. Sowell argumenta que los ungidos se distinguen por su «desdén implícito por el conocimiento común» y su creencia que solo ellos poseen la visión necesaria para salvar a la sociedad.

Esta suerte de fatal arrogancia (como diría Hayek) se refleja en la mayoría de las ONG pseudo ambientalistas cuando asumen que sus soluciones, basadas en modelos globales o narrativas ideologizadas, son aplicables universalmente, sin considerar las perspectivas de las comunidades locales o las consecuencias económicas de sus propuestas. Sowell señala que los ungidos tienden a rechazar la retroalimentación empírica, atribuyendo los fracasos de sus políticas a la ignorancia o malicia de otros, en lugar de cuestionar sus propias premisas, una suerte de fe ciega en la superioridad de sus propias percepciones.

Un ejemplo típico es la oposición de organizaciones como Greenpeace, Amazon Watch, entre otras, a proyectos hidroeléctricos en América Latina. En Brasil, la construcción de la represa de Belo Monte, la cuarta más grande del mundo, en el río Xingu enfrentó una oposición feroz de ONG ambientalistas internacionales, que argumentaban que dañaría ecosistemas y desplazaría a comunidades indígenas. Sin embargo, estas campañas rara vez reconocieron que la represa proporcionaría energía renovable a millones de personas, reduciendo la dependencia del carbón y el Diesel, que son contaminantes. Además, muchas comunidades locales apoyaron el proyecto por los empleos y la infraestructura que traería para el Brasil.

En África, otras ONG como WWF han abogado por la creación de áreas protegidas para conservar la biodiversidad, pero estas iniciativas a veces han resultado en la expulsión de comunidades indígenas que dependen de la tierra para su sustento. Por ejemplo, en Tanzania el gobierno anunció en 2021 un plan para reubicar 80,000 residentes de mayoría Maasai. Irónicamente, la expansión de parques nacionales en Tanzania ha desplazado consistentemente a comunidades como la Maasai, cuyas prácticas tradicionales de pastoreo son compatibles con la conservación de la biodiversidad. Las ONG tratan a menudo a las comunidades como obstáculos, asumiendo que sus conocimientos ancestrales son inferiores a los modelos científicos occidentales. Esta arrogancia no solo aliena a las comunidades, sino que también socava los objetivos de la conservación, ya que la cooperación local es crucial para su éxito a largo plazo.

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El fracaso de la transición a la agricultura orgánica en Sri Lanka, bajo el gobierno de Gotabaya Rajapaksa, es un típico ejemplo de políticas de consecuencias no previstas. En 2021, Rajapaksa prohibió la importación de fertilizantes y pesticidas sintéticos, forzando una transición abrupta a la agricultura orgánica. Como resultado, la producción de arroz cayó un 40-50%, el té un 20%, y los precios de los alimentos se dispararon, exacerbando una crisis económica y alimentaria que derivó en protestas masivas y la posterior caída del gobierno en 2022. Algunas ONG, como las asociadas al movimiento Viyathmaga y personalidades siniestras como Vandana Shiva, promovieron la agricultura orgánica como una solución sostenible, ganando aplausos de ambientalistas globales. Sin embargo, estas ONG no anticiparon las consecuencias de una implementación forzada y sin preparación, ignorando las advertencias de científicos agrícolas locales.

Las ONG pseudo ambientalistas emplean a menudo una retórica apocalíptica sobre el cambio climático, presentándolo como una amenaza inmediata que requiere acción drástica. Por ejemplo, algunas ONG como Extinction Rebellion han exigido emisiones netas cero en plazos muy cortos, ignorando los costos económicos y sociales de tales metas en países en desarrollo. Cuando se les presenta evidencia de que cualquier transición energética rápida puede aumentar la pobreza o que las energías renovables actuales no son suficientemente escalables, estas ONG tienden a descartar las críticas como «negacionismo climático»; un ejemplo de lo que tal vez Sowell llamaría la invulnerabilidad de la visión ungida ante la evidencia. El enfoque de emisiones netas cero no solo polariza el debate, sino que también desvía recursos de soluciones más pragmáticas, como la inversión en tecnologías de captura de carbono o la adaptación climática.

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La fatal arrogancia de las ONG ambientalistas, al estilo de los ungidos de Sowell, genera consecuencias predecibles. Primero, aliena a las comunidades locales, que se sienten despojadas de su derecho a una voz propia en la toma de decisiones que afectan sus vidas. Segundo, perpetúa soluciones ineficaces que no logran equilibrar la sostenibilidad con el desarrollo humano. Finalmente, erosiona la confianza en las instituciones ambientales, ya que las políticas fallidas alimentan el escepticismo hacia la acción climática.

Para enfrentar la superioridad moral e intelectual de las ONG que las lleva a imponer soluciones desconectadas de la realidad debemos promover, desde la sociedad, un enfoque basado en el reconocimiento de nuestras limitaciones y estar dispuestos a aceptar que podemos estar equivocados y a construir una colaboración, lo más amplia e inclusiva posible.

Aquí algunos puntos específicos: exigir a las ONG transparencia y rendición de cuentas para que justifiquen sus propuestas con datos concretos y análisis de impacto; amplificar las voces locales empoderando a las comunidades para que participen activamente en la toma de decisiones; fomentar soluciones pragmáticas en lugar de propuestas radicales, priorizando enfoques incrementales que equilibren sostenibilidad y desarrollo; desafiar y cuestionar siempre la retórica alarmista y apocalíptica que las ONG usan para justificar su autoridad y silenciar el debate. Los medios y la Academia deben exigir que las ONG expliquen cómo benefician sus propuestas a las comunidades sin causar daños colaterales; y construir coaliciones entre científicos, economistas, líderes comunitarios y políticos que contrarresten sus narrativas simplistas.

(*) Biólogo Molecular de Plantas y Profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia

(**) Biólogo Molecular y Congresista de la República

 

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