La banca deja de invertir en productores de fruta y los créditos disminuyen un 32% en cinco años.

Según Agrocapital, la industria frutícola ha experimentado una disminución del 32% en los créditos bancarios recibidos desde febrero de 2020 hasta diciembre de 2024, alcanzando niveles registrados en 2017.

Esta situación ha llevado a los productores a cambiar su estructura de financiamiento de la banca a clientes y proveedores, lo que ha introducido nuevos riesgos de solvencia en toda la cadena de valor, según Agrocapital.

“Los proveedores de agroinsumos y las empresas han asumido un papel activo como financiadores operativos de los productores, a menudo respaldando a empresas insolventes que han aumentado sus cuentas incobrables. Esta dinámica ha debilitado el poder de negociación de los agricultores y ha afectado su competitividad en los mercados”, dice el informe.

El desacople

Entre 1998 y 2008, los créditos bancarios destinados al sector frutícola crecieron aproximadamente un 13% anual. A pesar de una contracción promedio anual del 1% durante la crisis subprime, se recuperó el dinamismo después de 2011, con aumentos cercanos al 10%. Sin embargo, desde febrero de 2020, junto con la crisis del Covid-19, la estadística ha caído en picada, retrocediendo $734 mil millones, hasta niveles de 2017, según los datos de la CMF procesados por la consultora.

Agrocapital señala que la fruticultura fue el segundo sector que más financiamiento perdió, solo superado por la construcción, a pesar del crecimiento sostenido de las exportaciones. La consultora destaca un desacople entre el crecimiento de las exportaciones frutícolas y el crédito bancario a partir de 2017, lo que refleja una pérdida de sincronía entre ambas variables.

Benjamín Barros, socio fundador y VP de Agronegocios de Agrocapital, menciona que la banca local no está especializada en la evaluación de la fruticultura, lo que ha llevado a una percepción errónea de la actividad como de alto riesgo. Además, la banca ha reducido su exposición en todos los sectores, lo que ha afectado especialmente a la fruticultura.

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Estrés financiero

Ante este escenario, los productores han tenido que diversificar sus fuentes de financiamiento, impulsados por la rentabilidad de cultivos como cerezas, paltas y cítricos. Además, las procesadoras y exportadoras ofrecen financiamiento a cambio de compromisos de abastecimiento a largo plazo o descuentos en los precios de venta, lo que ha generado un riesgo de concentración y solvencia de acreencias para los compradores, según Agrocapital.

La consultora observa un aumento significativo en las cuentas por cobrar de algunos retailers de agroinsumos entre 2019 y 2024, lo que demuestra que la extensión de plazos se ha utilizado como mecanismo de financiamiento, generando un riesgo sistémico en la cadena productiva. Esta situación limita el poder de negociación de los productores y aumenta las acreencias incobrables de exportadoras y proveedores.

Benjamín Barros destaca que, a pesar de los desafíos actuales en Chile, los fundamentos sectoriales de la agricultura y la fruticultura siguen siendo válidos a nivel mundial, con países desarrollados invirtiendo cada vez más en estos sectores. Sin embargo, en Chile se ha visto una dirección opuesta, aunque existen excepciones con bancos locales que han sabido adaptarse a estos cambios.

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