La liebre, la tortuga y la justicia

Cuenta la fábula que la liebre termina apabullada por la tortuga. Aquella soberbia y necia, esta segura y sabia. En este caso, la tortuga recibió una resolución de la Junta de Justicia del Bosque (JJB) que ordenaba su reposición en un alto cargo. La liebre se rebeló, desconoció y desacató esa decisión.

Lo que no esperó la tortuga fue la férrea negativa —velas en mano— de la muy listilla liebre. Se opuso en todo momento a reconocer la autoridad de JJB. Hasta hoy clama no haber sido notificada en debida forma, exigendo videos, debates, actas y las firmas para “revisar la legalidad” de la resolución antes de darle cumplimiento. Por eso, bramaba no sentirse obligada por el sistema jurídico, ni por nada que se le parezca, a acatar una decisión de un órgano constitucionalmente autónomo. Algo insólito en la vida pública del bosque.

Los argumentos de la liebre fueron muy débiles, solo para ganar tiempo y lograr una decisión judicial que revirara la mano de la JJB. Mientras la tortuga, y sus allegados, se precavían de una cautelar en el amparo recalado en el juzgado del búho constitucional, pensativo y timorato. La listilla liebre raudamente se fue por la tangente saltando a la inmediata suspensión penal de la tortuga sacándola —de momento— de la carrera.

Velozmente, la liebre logró en 6 horas que otro búho, provisional y estratégicamente colocado en la máxima instancia judicial del bosque, dispusiera la excomunión de la tortuga dejando en el limbo la decisión de la JJB. No tuvo empacho de noticiar su drástica medida pasada la medianoche. Ahí nadie arrugó, nadie se golpeó el pecho y nadie se ofendió por la irregular notificación a la luz de la luna. Nadie exigió los audios, videos o certificaciones por tamaña decisión. La liebre —y sus adláteres— ¡saltaron de alegría!

El bosque quedó advertido que, en adelante, las decisiones se pueden notificar en cualquier momento, excepto las de la JJB, que solo se pueden hacer de 8 a.m. a 6 p.m., y solo si están acompañadas de toda la información que exija el emplazado para que, por sí y ante sí, certifique su validez y legalidad antes de decidir si la cumple o no.

Esta penosa carrera ante una atónita fauna no ha hecho más que evidenciar la debilidad institucional del sistema de justicia en el bosque. Una JJB sin autoridad ni dientes, ni capacidad para imponer sus decisiones. Una liebre atrincherada convocando al desacato masivo —bajo el lema “no pasarán”— de una decisión válida que, en los hechos, ha deshecho. Una tortuga sorprendida por la velocidad con la que, para algunos, se mueven las ramas de una justicia selectiva en el bosque.

Como en la fábula, más temprano que tarde la tortuga llegará a su meta y la liebre quedará profundamente frustrada, además de abrumada por las responsabilidades que el bosque le exigirá por incumplir con tozudez y soberbia un mandato que, conforme a la Constitución, estaba obligada a acatar.

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