Los bueyes en Venecia

Se estima que el lago Titicaca fue poblado desde hace 4,000 o 5,000 años. Los protagonistas: los uros. A lo largo del tiempo transformaron ese espacio y crearon islas flotantes, que fueron (y son) un territorio para habitar.

Lució su voz en composiciones de Mozart, Rossini y Donizetti y se presentó en los principales teatros de ópera del mundo.

Son construidas a base de unas plantas que se llaman totora y su raíz khili, las que son ancladas con palos de eucalipto de gran tamaño en el fondo del lago.

Estas islas conforman un sistema arquitectónico cíclico y autorrenovable. Se construyen cada 25 o 30 años, y se mantienen activas mediante rondas de trabajo comunitario que se realizan cada 60 días. Un desafío al espacio y la geografía.

Hace 1,000 a 1,500 años los señoríos aimaras, una cultura de la región, cobraron protagonismo. Si bien persiguieron a los uros —que a la vez fueron presionados por los quechuas—, establecieron una convivencia que se expresa en la actualidad. Y hoy esta parte del imaginario altiplánico cruza el mundo y navega simbólicamente a Venecia, Italia.

Aquel saber ancestral es parte de la 19.a Bienal de Arquitectura de Venecia, el encuentro de arquitectura más importante a nivel internacional. La propuesta del pabellón peruano expone esa tecnología de las islas flotantes del lago Titicaca como una solución sostenible para el presente. Recordemos que este lago es el cuerpo de agua navegable más alto del mundo, ubicado a más de 3,812 metros sobre el nivel del mar.

El trabajo curatorial está liderado por Alex Hudtwalcker, arquitecto y profesor de la PUCP. Y los curadores asociados son los arquitectos Sebastián Cillóniz y Gianfranco Morales, y el historiador José Ignacio Beteta.

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¿Qué vínculo se puede establecer entre Venecia y el lago Titicaca? La ciudad italiana se construye sobre una serie de columnas, de pilares de madera, que con el tiempo se han vuelto sólidos. Es también, de alguna forma, una ciudad flotante.

“Y los dos, tanto Venecia como los uros, terminan construyendo sus islas para protegerse de grupos o culturas o sociedades que querían atacarlos”, explica a Perú21 el historiador José Ignacio Beteta.

Venecia se empezó a construir en los siglos V y VI después de Cristo para escapar de los pueblos germánicos.

Pero hubo otro factor determinante para edificar la propuesta peruana en la bienal. Y se trata de la Expedición Uru de 1988, que conectó Sudamérica con la Polinesia.

La monumental embarcación hecha de totora pasó 54 días en alta mar y recorrió más de 10,000 kilómetros. Fue construida en la playa de Punta Negra, al sur de Lima, por ocho artesanos aimaras del Lago Titicaca y decenas de voluntarios, entre grandes rollos de totora, troncos y cuerdas de cáñamo. Y, finalmente, tripulada por cinco jóvenes expedicionarios, liderados por Kitín Muñoz.

El trabajo colectivo fue posible también gracias a un gran andamio que sostuvo y permitió el ensamblaje de la embarcación. Estructura que ha sido replicada como pieza principal de la muestra del pabellón peruano en Venecia.

“Los saberes ancestrales de nuestros antepasados han sido tan especializados, tan técnicamente sofisticados que han podido desarrollar soluciones a retos y a desafíos del espacio y la naturaleza. Es una ciencia antigua, un saber vivo”, agrega Beteta, en consonancia con el concepto de esta edición de la bienal: un lugar, una solución.

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A su turno, Alex Hudtwalcker señala a Perú21: “Nuestra propuesta invita a reflexionar sobre que la solución podía venir de la totora, de las estructuras temporales; volver un poco a los orígenes de la arquitectura, cuestionar las fundaciones: si es que toda la arquitectura que uno es capaz de hacer necesariamente es una arquitectura anclada al suelo o pueden ser las arquitecturas flotantes, si las naves de totora o las islas flotantes nos pueden dar alguna lección sobre cómo vivir con menos, y cómo un conocimiento puede realmente ser una posible solución para un presente donde los lujos y los excesos nos invaden”.

La bienal, que estará hasta el 23 de noviembre de 2025, congrega a unos 75 países. Pero la representación peruana ha estado en boca de todos y tiene un impacto positivo. Figura entre los pabellones más interesantes para visitar.

Sin embargo, el historiador hace el siguiente apunte: “Los uros es una comunidad que no ha sido estudiada mucho. Hay un vacío histórico muy grande con ellos”.

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