Los países envejecen cuando dejan de innovar

Chile enfrenta una transformación demográfica silenciosa, pero contundente. Las cifras hablan por sí solas: en 2023, la tasa global de fecundidad alcanzó un mínimo histórico de 1,16 hijo por mujer, muy por debajo del umbral de reemplazo poblacional. Este año, en enero, nacieron poco más de 12.800 niños en todo el país, una caída que no da señales de frenar. En paralelo, la esperanza de vida en Chile supera los 80 años y el 14,1% de la población chilena ya tiene 65 años o más. Se estima que en 2050 este grupo representará cerca del 28% del total.

Estas son señales de que algo estructural está cambiando. Porque cuando la base de la pirámide se estrecha, todo el edificio social empieza a crujir: los sistemas de salud, pensiones, cuidados y educacion enfrentan tensiones crecientes. Hoy, cada jubilado es sostenido por tres personas activas. En 2050, esta proporción será de 1 a 1,5. En salud, el gasto público por persona mayor es más del doble que por una persona joven. El sistema no está preparado, ni financiera ni estructuralmente.

“Los países no envejecen de golpe. Lo hacen en silencio, cuando sus instituciones, empresas y políticas dejan de responder a las nuevas problemáticas estructurales”.

Más allá de la urgencia fiscal, el desafío es aún mayor: ¿cómo hacemos que esta nueva realidad no nos paralice, sino que nos empuje a visualizar una oportunidad? La innovación tiene un rol clave que jugar en este nuevo ciclo. Porque no se trata solo de adaptarse: se trata de rediseñar. Lo que está en juego no es solo cómo sostenemos a una población que envejece, sino qué tipo de país queremos construir en este nuevo ciclo.

LEAR  Mejoras en Kyalami reciben aprobación de la FIA para alcanzar estatus de F1

No hablamos de soluciones cosméticas ni individuales, sino de reimaginar cómo funcionan nuestras ciudades, cómo educamos, cómo trabajamos, cómo cuidamos. La demografia del futuro requiere una visión que anticipe y habilite soluciones sostenibles, colaborativas y tecnológicamente integradas. Los grandes desafíos pueden convertirse en motores de innovación real. Por ejemplo, soluciones que integran inteligencia artificial en el monitoreo de personas mayores, sistemas urbanos más accesibles, modelos de trabajo flexibles para apoyar la conciliación laboral y familiar e, incluso, políticas públicas co-creadas junto a actores del ecosistema para fomentar una cultura de crianza sostenible.

Pero esto requiere estructura, gobernanza y decisión. Innovar no es improvisar: es instalar capacidades, definir focos estratégicos y habilitar a los equipos para que puedan explorar, fallar, aprender y escalar soluciones reales. La natalidad y el envejecimiento deben estar al centro de las conversaciones estratégicas, porque son reflejo del tipo de sociedad que queremos construir.

Seguir discutiendo sobre natalidad y envejecimiento como si fueran fenómenos naturales, y no desafíos de diseño, es una forma sofisticada de inacción. No es que no sepamos qué hacer. Es que seguimos postergando lo inevitable: innovar con propósito o quedarnos atrapados en un modelo que ya no tiene como sostenerse. Innovar o envejecer. Esa es la decisión de fondo que tenemos como país.

Deja un comentario