La salud mental vuelve a ser protagonista en el teatro limeño. En esta ocasión, con una obra sobre bipolaridad en el Teatro La Plaza titulada *Mi madre se comió mi corazón*. Al principio, el nombre tan llamativo casi me hace desistir de verla, pero tras varias buenas reseñas, decidí asistir. La escenografía es sencilla y su actriz principal, Vania Accinelli, interpreta con maestría a múltiples personajes. Parecía haber visto a todo un reparto.
La obra relata la historia de una hija de una mujer con trastorno bipolar severo y cómo lidia con las secuelas que esto dejó en su vida. La actriz plasma a una niña con una madre desbordada, incapaz de controlarse a sí misma y, por ende, de brindarle contención; una madre con poca capacidad para entender las necesidades de su hija —algo crucial para el desarrollo emocional—. Luego, vemos a una adulta que revive esa relación al convertirse en madre y, finalmente, recibe el mismo diagnóstico. Sin embargo, la protagonista, además de seguir un tratamiento, emprende un profundo viaje de introspección con ayuda terapéutica y logra, tras mucho esfuerzo, reconciliarse con su rol maternal.
Diversos estudios analizan cómo la salud mental de la madre afecta a sus hijos. Crecen con una figura con trastornos no tratados —depresión, ansiedad, bipolaridad— puede aumentar la vulnerabilidad en futuras generaciones. Por eso, es clave acceder a tratamiento, medicación si es necesária y terapia. Debemos iluminar esos rincones internos —como se menciona en la obra— para no ser arrastrados por nuestros propios fantasmas. Algunos trastornos, como la bipolaridad, pueden ser crónicos; aunque no se curen del todo, podemos aprender a convivir con ellos y hasta transformarlos en aliados.
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