En el Perú, donde la política parece regirse más por el cortoplazismo que por los procesos estructurales, el histórico Partido Aprista Peruano (PAP), fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre, enfrente uno de los momentos más definitorios de su existencia de cara a las elecciones generales de 2026. Tras años de declive electoral, crisis de representación y fracturas internas, el APRA parece debatirse entre la insistencia en sus candidaturas tradicionales o un proceso real de renovación que lo reconecte con la ciudadanía, especialmente con las nuevas generaciones.
En medio de ese dilema, ha emergido una figura que ha comenzado a aglutinar tanto a sectores históricos como a nuevas bases juveniles y regionales: Enrique Valderrama, joven dirigente aprista, abogado y articulista, quien ha sabido posicionarse con una narrativa de renovación doctrinaria y actualización programática bajo la bandera de una “Agenda Social”, una propuesta que ha sido presentada y debatida en foros, giras y eventos en distintas regiones del país.
La necesidad de un cambio generacional
El APRA fue durante gran parte del siglo XX uno de los partidos más influyentes de América Latina. Con una fuerte impronta ideológica, un discurso nacionalista y popular, y una sólida red de cuadros políticos, logró resistir dictaduras, reinventarse en la democracia y llegar al poder en dos ocasiones. Sin embargo, en los últimos 15 años, el partido del pueblo ha perdido su capacidad de conexión con las masas, y ha quedado marginado del Congreso, de los gobiernos regionales y municipales, e incluso, ha sido incapaz de presentar candidaturas presidenciales competitivas desde 2011.
Las razones de este deterioro son múltiples: cuestionamientos de sus gobiernos, distanciamiento de su base social, resistencia a la renovación interna, y la ausencia de una narrativa que dialogue con los desafíos del siglo XXI. En este contexto, el discurso de renovación no es un eslogan, sino una necesidad de supervivencia política. La dirigencia histórica —identificada con figuras tradicionales— representa para muchos votantes una era que ya no dialoga con la coyuntura social ni económica del país.
Frente a ello, la figura de Enrique Valderrama representa una apuesta por el recambio generacional, no desde el rechazo a la tradición, sino desde una reinterpretación del legado aprista.
¿Quién es Enrique Valderrama?
Valderrama ha logrado lo que muy pocos jóvenes dirigentes consiguen en un partido tradicional como el APRA: posicionarse como un interlocutor válido ante las bases históricas y las nuevas generaciones. Con una formación intelectual sólida, presencia activa en el debate político mediante columnas y entrevistas, y una apuesta por la pedagogía política en redes sociales, su liderazgo no ha nacido de las élites limeñas del partido, sino del trabajo de articulación en regiones y del contacto directo con las bases.
Durante los últimos dos años, Valderrama ha liderado foros descentralizados en regiones como Cajamarca, Cusco, Lambayeque, Junín, Arequipa, entre otras regiones, donde ha presentado su propuesta de Agenda Social Aprista, una plataforma de políticas públicas que actualiza el pensamiento de Haya de la Torre a los desafíos del siglo XXI: empleo digno, acceso universal a la salud, educación digital, economía popular de mercado, sostenibilidad ambiental y una apuesta clara por la industrialización con rostro humano.
La Agenda Social: más que un discurso
La llamada Agenda Social Aprista se perfila como el centro de gravedad del proyecto político que representa Valderrama. No es solo una actualización de consignas; busca plantear soluciones concretas ante la crisis estructural del país: informalidad, pobreza rural, crisis educativa, desigualdad territorial, cambio climático y corrupción.
Algunos de sus ejes principales incluyen:
1.Universalización de derechos sociales mediante una nueva arquitectura de Estado Social descentralizado.
2.Formalización progresiva del empleo informal con incentivos fiscales y programas de capacitación productiva.
3.Generación de nuevos empleos exclusivamente para insertar a los jóvenes a la economía formal.
4.Educación técnica digital y gratuita como motor del desarrollo regional.
5.Reindustrialización con participación del Estado y el capital nacional en sectores estratégicos.
6.Transición energética justa, con inversión en renovables y soberanía sobre recursos naturale.
Estas propuestas no solo dialogan con las demandas del electorado joven y del Perú profundo, sino que buscan reconciliar al APRA con sus raíces reformistas y populares que fueron abandonadas en los últimos gobiernos que priorizaron políticas neoliberales.
La encrucijada aprista frente a 2026
El escenario de cara al 2026 es complejo. Perú atraviesa una crisis institucional prolongada, con una clase política desprestigiada, un Congreso sin legitimidad, y un sistema de partidos fragmentado. En este contexto, el electorado busca representaciones auténticas, narrativas coherentes y soluciones estructurales.
El APRA tiene aún capital simbólico y estructura para volver a ser protagonista, pero solo si deja de vivir de la nostalgia de sus glorias pasadas. Las elecciones de 2026 no deben ser vistas como una revancha de liderazgos viejos, sino como una oportunidad de refundación.
La figura de Enrique Valderrama, sus propuestas articuladas en la Agenda Social, y el respaldo de las bases son señales de que el partido del pueblo quiere y puede cambiar. Pero este impulso debe traducirse en una reforma interna efectiva, elecciones primarias transparentes, apertura a la sociedad civil, y una estrategia de alianzas sociales que reconecten al partido con el Perú real.
Renovar no es traicionar, sino hacer viva la herencia de Haya de la Torre en el siglo XXI. Y eso, para un país con profundas desigualdades y desconfianza política, puede ser más necesario que nunca. En un momento donde los partidos tradicionales enfrentan el escepticismo generalizado, recuperar la mística partidaria desde las bases es una señal de vitalidad.