Por: Antero Flores-Araoz // Mujica: substance and style

A los noventa años ha fallecido en Montevideo, quien fuera el expresidente de la República Oriental del Uruguay don José Mujica Cordano, más conocido en el mundo entero como Pepe Mujica.

El conocimiento universal de Pepe Mujica no se debe a su ejercicio presidencial en el quinquenio que va del año 2010 al 2015, sino principalmente a su actitud austera y sencilla. La gente lo recuerda como el anciano mal trajeado, que después de ser presidente de su país, seguía viviendo franciscanamente y se transportaba en un carrito pequeño, viejo y destartalado que el mismo conducía y, que para subir o bajar de él, tenía que hacer milagros por su corpulencia, no de largo sino de ancho.

Todo lo antes señalado, sin olvidar que incluso dejaba de percibir gran porcentaje de sus estipendios oficiales de presidente uruguayo, para dedicarlos a la ayuda social. Además, habiendo vuelto al Congreso después de ser presidente de su país, renunció al Senado por su estado de salud que le impedía ejercer sus atribuciones parlamentarias a plenitud, gesto que no es frecuente en ninguna parte del mundo.

También Mujica, previamente al ejercicio presidencial tuvo diversos cargos, incluso el de Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca.

Sin embargo, la prensa poco o nada dice de su etapa de guerrillero, con olvido de que «No todo lo que brilla es oro» como señala antiquísimo adagio. En efecto, Mujica bajo la supuesta justificación de enfrentar a la dictadura existente en sus años mozos, recurrió a la violencia guerrillera, a enfrentar a las fuerzas del orden, a generar el caos e incurrir en actos ajenos a lo que debe ser el respeto a los Derechos Humanos, así como a los bienes materiales públicos y privados,

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Pepe Mujica en los sesenta integró el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, sufriendo carcelería entre los años 1972 a 1985, para posteriormente virar de guerrillero violentista a político formal, habiendo sido líder del Frente Amplio.

Comentar sobre una persona que recién ha fallecido es muy fácil, pues la situación muchas veces lleva hasta a pontificar sobre las virtudes del occiso, pero con olvido de sus defectos y obras o acciones incorrectas de aquel, lo cual no tiene el carácter ni enfoque imparcial como debería ser.

El personaje del que tratamos, como cualquier ser humano, tuvo aciertos como desaciertos, bondades como maldades, virtudes como defectos, pero no hay que olvidar el lado oscuro, aunque tenemos que destacar su pase de guerrillero (en que fue herido) a actor político.

Al hablar o escribir sobre un personaje de la historia rediente, tiene que hacerse con objetividad, destacando lo bueno sin descartar lo malo. La moneda tiene dos lados y no solo uno y como advierte el sano ejercicio crítico, hay que efectuar la evaluación integral y no parcial. Ni todo es angelical como tampoco todo es demoníaco.

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