Por: Antero Flores-Araoz Se abre la luz

Han pasado algunos años de la famosísima pandemia del Covid 19 que causó estragos en el mundo entero, pero que el Perú tuvo el vergonzoso sitial de ser el “campeón” universal en decesos por millón de habitantes, penoso laurel logrado en los mandatos presidenciales de Martin Vizcarra y de Francisco Sagasti, en que se vacunaban a escondidas de su pueblo altísimos dignatarios de la Nación, como presidente y ministros.

Hubo adquisiciones de vacunas y pruebas sanitarias de más que sospechosa calidad y a precios mantenidos en secreto, sin camas UCI suficientes, con seres humanos que morían en las emergencias y corredores de los hospitales por falta de atención adecuada, en que ni siquiera había el oxígeno necesario para proporcionar a los pacientes, pese a lo cual el Estado se negaba a recibir donaciones de los particulares.

Se hicieron millonarias adquisiciones de equipos médicos y se instalaron infinidad de establecimientos de salud temporales, pero que culminada la pandemia nadie sabe de ellos, cuando pudieron ser base para hospitales permanente que tanto necesita nuestro país.

Si bien fuimos confinados a estrictas e innecesarias medidas de seguridad que de poco sirvieron, sentimos el deceso de cientos de médicos y personal de enfermería, que fallecieron víctimas de contagio por sus pacientes, lo que también sucedió con personal militar y policial encargado de velar por la seguridad pública.

Acaba de ser publicada como libro, la investigación particular o privada, como quieran llamarla, realizada por el joven estudiante universitario Alfonso Baella Matto, sobre lo sucedido en nuestra patria con ocasión de la aludida pandemia.

La calidad de la investigación es sorprendente, no solamente por su alta performance, sino por la edad y compenetración del autor en ella, que le demandó dos años de intensa tarea, mientras la mayoría de otros jóvenes de su rango etario, gozaban de los privilegios de su edad.

Las fuentes investigadas con acierto y dedicación por Alfonso Baella Matto, como él mismo lo advirtió, son abiertas, lo que debería ser complementado con las investigaciones públicas, que tienen el privilegio de llegar a las reservadas y secretas. Tanto las comisiones investigadoras en el Congreso de la República como también el Ministerio Público y la Contraloría General de la República deberían hacerlo, pero pasan los meses y los años y nada de nada y con mucho sabandija en plaza, salvo lo hecho eficientemente por Baella, a quien fácilmente puede aplicársele el antiguo dicho “De raza le viene al galgo”, pues es nieto de Alfonso Baella Tuesta e hijo de Alfonso Baella Herrera, dos periodistas de polendas, con fructífera actuación felizmente reconocida por Tirios y Troyanos.

El título de la obra es más que sugestivo: “En nombre de los ausentes” pues encierra un homenaje a quienes cayeron por la pandemia, pero que pudieron salvarse de haber tenido gobernantes de solvencia moral y capacidad profesional, sin intereses ocultos y sin acciones contrarias al buen desempeño que se espera de los gobernantes.

La introducción de la obra bien podría ser de lectura obligatoria en escuelas y universidades, ya que contiene lúcida visión de país y es clase de educación cívica, que se ha ido perdiendo en nuestra currícula escolar.

¡Tenemos Baella por mucho tiempo!

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