Por: Bruno de Aayala Bellido Soy Giorgia: ¿la primera patriota o la última cruzada?

“Yo soy Giorgia, soy una mujer, soy una madre, soy una cristiana. Y eso nunca me lo van a quitar”.

Más que un grito de guerra, esta frase es una declaracion de intenciones. Una necesidad de afirmar que aquí está, quizas, la última mujer dispuesta a levantar la cruz de Cristo nuestro Señor para defender los valores fundamentales de nuestra civilización frente a enemigos comunes: el globalismo que pretende desdibujar nuestras nacionalidades, el progresismo que fragmenta a nuestras sociedades, y un islamismo radical que amenaza nuestra fe. Como bien dijo el gran escritor español Arturo Pérez-Reverte: cuando uno escucha hablar a Giorgia Meloni, dan ganas de volverse italiano.

En una Europa que se debate entre el progresismo infame y una izquierda socialista decadente, que se entrega sin resistencia —cual cordero al matadero— al islamismo radical (recordemos las palabras de Houari Boumédiène, presidente de Argelia, en 1974: “El vientre de nuestras mujeres nos dará la victoria”), por puro cálculo político y bajo la falsa ilusión de una multiculturalidad que ha fracasado estrepitosamente, aparece la figura de Giorgia Meloni, primera ministra de Italia. Una mujer valiente, una patriota que, junto a otros próceres de la libertad como Viktor Orbán en Hungría, Santiago Abascal en España, Luís Montenegro en Portugal, y Geert Wilders en los Países Bajos, forma parte de ese puñado de hombres y mujeres buenos que, cual Quijotes modernos, luchan contra lo políticamente correcto y el status quo.

En estos tiempos, defender el sentido común se ha convertido en una blasfemia. Decir en pleno siglo XXI que solo existen dos sexos, que se nace hombre o mujer, es hoy un pecado mortal. Así de desarticulada está nuestra sociedad. Así, desprevenidos, nos ha tomado la ideología progre.

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Giorgia Meloni es una de las últimas defensoras de los valores tradicionales de esa Europa clásica, cimentada en la fe, la familia y la patria. Y lo más grato: no tiene miedo de decirlo. Cuando todo parecía perdido para Europa, cuando desde Bruselas —capital del globalismo enfermizo— algunos celebraban en silencio la rendición cultural ante el islam, Giorgia lanzó una frase que es llama viva de valentía para toda nuestra civilización:

“Sigo creyendo en Occidente, donde el individuo ocupa un lugar central, la vida es sagrada, todos los hombres nacen iguales y libres, y la libertad se antepone a todo.”

Estos conceptos pueden aplicarse perfectamente a nuestro querido Perú. Nunca debemos perder el concepto de patria, para no caer en las garras del progresismo globalista. Tenemos la responsabilidad de defender el sentido común, el valor de la ciencia por encima de la percepción psicológica, la libertad individual frente al libertinaje, y la fe sobre la idolatría al ser humano.

Cuando vemos cómo se endiosa a mujeres como Claudia Sheinbaum, Cristina Fernández de Kirchner, Irene Montero, o en el Perú en su momento a Verónika Mendoza o Susana Villarán, no podemos dejar de notar que todas juntas no llegan ni al dedo meñique de una verdadera patriota. O tal vez, la última mujer que levante una cruz en la vieja Europa.

Su nombre es Giorgia. Es italiana. Y es cristiana.

(*) Analista internacinal

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