Por: Bruno de Ayala Bellido El terrorismo islámico, el narcotráfico, uranio y Venezuela

¿El Mossad lo sabe?

Maduro, Padrino López y Diosdado Cabello —sátrapas impresentables— no son dirigentes políticos, son miembros de organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, la trata de personas, el tráfico de armas, la minería ilegal, la delincuencia común, la extorsión, los secuestros y la prostitución, todo ello articulado a través del «Tren de Aragua», un grupo terrorista y criminal expandido por toda Hispanoamérica. Su objetivo: desestabilizar gobiernos democráticos, sembrar dolor y sufrimiento entre nuestra gente.

Pero muchos se preguntarán: ¿qué tiene que ver el Mossad, una organización de inteligencia israeli, con esta parte del mundo? Muchísimo. Sus mayores enemigos —el terrorismo islámico, en especial Hezbollah— buscan la destrucción del Estado de Israel, y han encontrado en Venezuela un refugio seguro: una zona de confort, descanso, entrenamiento y, además, una cabeza de playa para una actividad muy lucrativa: el lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Se estima que más de 500 millones de dólares anuales son movilizados por Hezbollah para financiar su agenda siniestra de terror global, especialmente contra Israel.

Pero hay un dato aún más delicado que maneja el mejor servicio de inteligencia del mundo. Desde hace más de 10 años, bajo el pretexto de la «explotación de oro», Irán ha estado contrabandeando uranio desde Venezuela hacia Teherán. Y ese sí es un pecado mortal.

Solo los progresistas de izquierda se creen el cuento de que ese uranio enriquecido se usará con fines médicos o energéticos. Nadie enriquece uranio al 60% o más para producir electricidad o radioterapia. Cuando se alcanza ese nivel de enriquecimiento, el objetivo es uno solo: fabricar una bomba nuclear. De eso no quepa la menor duda.

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La venta de uranio por parte del regimen despótico de Venezuela puede ser su mayor error y, paradójicamente, la salvación del país. El Mossad, más pronto que tarde, pasará la factura. Conociendo cómo operan, van más pronto que tarde por las cabezas del régimen. Ojalá que la oposición venezolana esté a la altura de las circunstancias. Y si se da el milagro de eliminar a estos delincuentes, que no caigan nuevamente en su tibieza histórica, proponiendo transiciones pacíficas, mesas de diálogo y demás artificios «progres» que nunca conducen a nada.

Con la delincuencia no se negocia. No hay posibilidad alguna de entendimiento. Salvo que —y eso sería gravísimo— la oposición le deba algo al régimen corrupto, sea funcional al mismo, o incluso colabore para que la delincuencia se perpetúe en el poder. Lo dudo. Confío en María Corina Machado. Pero ya es un arte, lamentablemente, pensar mal.

Hace un año escribí una columna titulada: “¿Dónde estás, terrorista? El Mossad te va a encontrar.” Básicamente hacía referencia a que, si ese servicio de inteligencia te pone en la mira, te va a buscar. No importa el tiempo ni el lugar. Llegarán a ti.

Ojalá, por el bien de la humanidad y de toda Hispanoamérica, el Mossad fije su mira sobre lo peor de Venezuela: su régimen, que no solo está causando un daño profundo al continente, sino también al mundo entero. El resto, como siempre, dependerá del pueblo venezolano.

(*) Analista internacional

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