Por: Dennis Falvy // Incluso con un 300%: empresas estadounidenses en China están bien.

Se menciona que, aunque Estados Unidos aumente los aranceles al 300%, miles de empresas seguirán produciendo en China. La razón radica en un ecosistema industrial tan eficiente que países como Ecuador están a años (y cientos de miles de millones de dólares) de distancia.

Por esta razón, la iniciativa de Trump de traer de vuelta los empleos ha convertido al déficit comercial en un enemigo público. Sin embargo, las fábricas no regresan a Ohio, Detroit o cualquier ciudad estadounidense. En cambio, muchas empresas estadounidenses continúan produciendo en China debido a su “eficiencia”.

Adrián Díaz Marro, empresario con experiencia en China, afirma que la mayoría desconoce la realidad del país asiático.

En realidad, las empresas simplemente absorben el costo, lo trasladan al consumidor o buscan alternativas en países como Vietnam o México. Sin embargo, abandonar completamente China, incluso con un arancel del 300%, sigue siendo una mala idea. Esto se debe a que no se trata solo de costos, sino de un ecosistema industrial que funciona de manera eficiente y monumental.

El mito de que China ofrece “mano de obra barata” ya no es válido. Actualmente, los salarios en las ciudades industriales son comparables a los de Europa del Este. Sin embargo, China sigue liderando debido a su cadena de valor integrada, ágil y monumental, algo que ni Estados Unidos ni países como Ecuador pueden replicar.

Por ejemplo, Foxconn, en Zhengzhou, ensambla 500,000 iPhones al día gracias a sus 300,000 empleados y una red de proveedores cercanos. La logística es tan eficiente que, en caso de que un puerto se detenga, ya hay rutas alternativas preparadas.

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Recrear este ecosistema en Estados Unidos no solo sería costoso, sino inviable a corto plazo. No hay suficientes técnicos, proveedores cercanos ni incentivos estatales. Según el Boston Consulting Group, recrear este ecosistema costaría entre $1.5 y $2.5 billones de dólares a Estados Unidos y tomaría entre 15 y 25 años.

Además, otros países carecen de la inversión necesaria y, en muchos casos, de la infraestructura y estabilidad política requeridas para competir con China.

El proteccionismo absurdo termina castigando a las propias empresas estadounidenses. Según datos del gobierno, el 40% de lo que Estados Unidos importa de China son productos fabricados por empresas estadounidenses que operan allí debido a la eficiencia del sistema.

Empresas como Nike, Apple, Tesla o General Motors no producen en China por ideología, sino porque es el único lugar donde sus cadenas de suministro son lo suficientemente rápidas, eficientes y confiables como para competir a nivel global. Penalizarlas solo encarece sus productos para el consumidor estadounidense.

En una relación simbiótica, China necesita exportar y Estados Unidos necesita financiar su déficit. Sin esta dinámica, el sistema financiero global se desequilibraría.”, señaló Díaz Marro.

A pesar de la insistencia de Trump en que Estados Unidos “pierde dinero” con China, esto ignora el funcionamiento del comercio global. Estados Unidos compra productos chinos baratos y eficientes, lo que reduce sus costos de vida. A su vez, China compra deuda estadounidense, invierte en bonos del Tesoro y financia el déficit de Washington.

China no acumula dólares, sino que los reinvierte en Estados Unidos, garantizando tasas de interés bajas, crédito accesible y estabilidad para el dólar.

La guerra comercial de Trump se asemeja a intentar detener un tren de alta velocidad lanzándole piedras, mientras Estados Unidos intenta reactivar industrias que desmanteló hace décadas.

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China sigue siendo la principal fábrica del mundo no por sus salarios bajos, sino por su capacidad para hacer funcionar la economía real de manera eficiente a escala continental.

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