Por: Manolo Fernández D. // El Latón y el Oro

Por: Manolo Fernández D. // El Latón y el Oro

En la vida, no todo lo que brilla es oro. Y aunque el latón pueda ser pulido hasta alcanzar un destello momentáneo, nunca tendrá en su esencia la pureza, la nobleza ni la resistencia del oro verdadero. El latón puede impresionar a la vista inexperta, pero con el tiempo, el desgaste revela su verdadera naturaleza.

Así también sucede con las personas, los proyectos, los sueños y las promesas: se puede aparentar grandeza durante un tiempo, se puede imitar la luz de lo auténtico, pero cuando la vida pone a prueba el material de que estamos hechos, solo lo verdadero resiste el paso de los años, la presión de las circunstancias y el juicio del tiempo.

Es difícil —casi imposible— que el latón se convierta en oro, porque el oro no se improvisa: es forjado en las profundidades de la tierra, en un proceso lento, silencioso, inalterable. Así es el carácter, así es el amor genuino, así es la excelencia: no son fruto de la casualidad, sino de la perseverancia, de la pureza interior y de la honestidad inquebrantable.

Hoy más que nunca vivimos en un mundo de apariencias, donde muchos prefieren el brillo fácil y efímero del latón a la solidez discreta del oro. Pero tarde o temprano, la verdad se impone. Y entonces queda claro: no todo lo que reluce tiene valor.

Por eso, no busques sólo brillar. Sé oro. Aunque demores en ser reconocido, aunque tu valor no sea evidente a los ojos de todos, recuerda: quien es oro, lo es para siempre.

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