Por: Ricardo Sánchez Serra Turquía en la encrucijada de la paz: un llamado a la reconciliación

El reciente desarme del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) marca un hito histórico en la búsqueda de una paz duradera en Turquía. Tras más de cuatro décadas de conflicto armado que costaron más de 40.000 vidas, la decisión del PKK de destruir sus armas en una ceremonia simbólica en el norte de Irak representa un gesto de madurez política y reconciliación nacional. El presidente Recep Tayyip Erdoğan ha celebrado este paso como una victoria para la seguridad del país y una nueva página en la historia turca.

Este avance no solo fortalece la estabilidad interna, sino que también abre una oportunidad única para que Turquía se consolitde como un referente regional de paz y democracia. Sin embargo, para que esta paz sea plena y sostenible, es imperativo que el gobierno turco extienda su compromiso de reconciliación a todos los sectores de la sociedad, incluyendo aquellos que han sido injustamente perseguidos por sus ideas y convicciones.

Uno de los casos más emblemáticos es el del movimiento Hizmet, fundado por el erudito musulmán Fethullah Gülen. Reconocido internacionalmente por su enfoque pacifista, educativo y pluralista, Hizmet ha promovido durante décadas valores como la tolerancia interreligiosa, la no violencia y el diálogo intercultural. Sus escuelas, universidades y centros culturales han contribuido significativamente al desarrollo de miles de jóvenes en más de 170 países, incluyendo Turquía.

A pesar de su legado positivo, el movimiento Hizmet ha sido objeto de una campaña sistemática de persecución desde 2016. El gobierno de Erdoğan lo ha acusado sin pruebas de estar detrás del fallido golpe de Estado, lo que ha derivado en la confiscación de propiedades, cierre de instituciones educativas, despidos masivos, encarcelamientos arbitrarios, secuestros y solicitudes de extradición internacional que han sido rechazadas por países como Alemania, Estados Unidos, Panamá, Gran Bretaña, Brasil, Suecia y Perú.

La represión ha alcanzado niveles alarmantes: más de 150.000 personas vinculadas al movimiento han sido procesadas, y miles se encuentran en el exilio o en prisión. Incluso figuras académicas, periodistas y educadores han sido víctimas de esta política de hostigamiento. La Corte Suprema del Perú -con el alegato impecable del abogado Erasmo Reyna-, por ejemplo, rechazó recientemente la extradición de una profesora turca refugiada, calificando el pedido como infundado y contrario a los principios de justicia y humanidad, y ya van dos extradiciones frustradas por violación a los derechos humanos.

Es fundamental recordar que la historia no juzga con benevolencia a los líderes que persiguen a sus opositores. La paz verdadera no se construye solo con el silencio de las armas, sino también con el respeto a la diversidad de pensamiento, la libertad de conciencia y los derechos humanos. La reconciliación nacional exige que se reconozca el valor de movimientos como Hizmet, que han demostrado con hechos su compromiso con la educación, la cultura y la paz.

El movimiento Hizmet no representa una amenaza para Turquía, sino una oportunidad. Sus logros en el ámbito educativo han sido reconocidos internacionalmente, y su enfoque espiritual ha sido comparado con el de figuras como Mahatma Gandhi y Martin Luther King. En América Latina, Hizmet ha promovido el diálogo interreligioso y la cooperación cultural, integrándose pacíficamente en sociedades diversas y contribuyendo al entendimiento mutuo.

Por ello, este es el momento propicio para que el presidente Erdoğan dé un paso hacia la grandeza histórica: abandonar la persecución política y abrir las puertas al diálogo con todos los sectores de la sociedad. La paz no se impone, se construye. Y para que Turquía sea verdaderamente libre de terrorismo, también debe ser libre de miedo, de censura y de injusticia.

La comunidad internacional observa con atención. Turquía tiene la oportunidad de convertirse en un modelo de reconciliación, donde la seguridad conviva con la libertad, y donde la diversidad sea vista como una riqueza, no como una amenaza. El desarme del PKK ha sido un paso valiente. Ahora, el siguiente paso debe ser el desarme del odio y la apertura al entendimiento.

El presidente Erdoğan debe saber que la historia aún está escribiéndose. Que su legado no sea el de la represión, sino el de la paz. Que su nombre no quede marcado por la persecución, sino por la reconciliacion. Porque los verdaderos líderes no temen a la crítica: la escuchan, la entienden y la transforman en acción. ¿Será capaz?

(*) Premio mundial de periodismo “Visión Honesta 2023”

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