Por: Ross Barrantes Ecología profunda

Lectores, últimamente estoy trabajando en entender la relación de los humanos con el planeta, así es como llegue a conceptos relevantes que quiero compartir con ustedes, la ecología profunda representa mucho más que una corriente de pensamiento ambiental; es una filosofía que busca el repensar completamente nuestra relación con el mundo natural. Surgida en la década de 1970 de la mano del filósofo noruego Arne Naess, cuestiona las bases mismas de cómo entendemos nuestro lugar en el planeta y propone modificar la forma en que nos relacionamos con todos los seres vivos. A diferencia de lo que Naess llamó «ecología superficial», que se enfoca principalmente en la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales pensando en el bienestar humano a largo plazo, la ecología profunda explora mucho más. Esta filosofía reconoce que la crisis ambiental actual no es solo un problema técnico que se puede resolver con mejor tecnología o políticas más eficientes, sino que es el resultado de una forma fundamentalmente errónea de ver el mundo. Para la ecología profunda, los problemas ambientales son síntomas de una crisis más profunda en nuestra comprensión de quiénes somos y cómo nos relacionamos con la vida en todas sus formas.

El corazón de la ecología profunda reside en lo que se conoce como «igualitarismo biosférico». Este concepto sostiene que todos los seres vivos tienen un valor intrínseco, independientemente de su utilidad para los humanos. Esto significa que un árbol, un río, un animal o incluso una bacteria tienen derecho a existir por sí mismos, no porque sirvan a algún propósito humano. Esta idea desafía profundamente la visión antropocéntrica que ha dominado el pensamiento occidental durante siglos, donde la naturaleza se ve principalmente como un recurso para el beneficio humano.

La aplicación práctica de la ecología profunda requiere lo que Naess llamó «autorrealización», pero no en el sentido egoísta que a menudo asociamos con este término. Para la ecología profunda, la verdadera autorrealización solo es posible cuando reconocemos que nuestro «yo» se extiende más allá de los límites de nuestra piel. Somos parte de la naturaleza, no separados de ella, y nuestro bienestar está íntimamente conectado con el bienestar de toda la comunidad de vida. Cuando entendemos esto visceralmente, no conceptualmente, actuar de manera ecológica se convierte en algo natural, no en una imposición externa.

En última instancia, la ecología profunda no es solo una filosofía ambiental sino una manera más plena de ser humano. Nosotros debemos entender la verdadera naturaleza como seres que forman parte de la Tierra, no como conquistadores de ella. Es, en esencia, una invitación a regresar a casa, a reconocer nuestro lugar en la gran comunidad de vida y a vivir de manera que honre esa pertenencia. Gracias por leerme.

(*) Abogada Constitucionalista

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