El día en que el mercado salvó a Rachel Reeves

Fue una pregunta simple. “¿Puede el primer ministro confirmar que la canciller (ministra de Finanzas) seguirá en el cargo hasta el fin del Gobierno?”. La falta de una respuesta directa de parte del laborista Keir Starmer no pasó desapercibida para la líder de la oposición. “¡Qué terrible para la Ministra que no la confirmen en el cargo!”. La declaración de la conservadora Kemy Badenoch fue demoledora. Mientras, las cámaras mostraban a la canciller Rachel Reeves secarse discretamente las lagrimas.

El traspié de Starmer y las lágrimas de Reeves encendieron las alertas de un mercado ya nervioso desde el día anterior por la decisión del Gobierno de suspender los recortes de gastos sociales prometidos. El miércoles 2 de julio los bonos se desplomaron. La tasa de los bonos ingleses (gilts) a 10 años se dispararon hasta 15 puntos a 4,68%. En el caso de los papeles a 30 años, el alza en la tasa fue de 23 puntos a 5,46% al terminar el día.

Que el Gobierno de Starmer esté teniendo problemas para hacer los recortes de gasto necesarios es para el mercado un problema en sí, pero que se ponga en duda la continuidad de Reeves genera un escenario de alarma aún mayor. La Canciller es vista como la última garante de una austeridad urgente en un país con una deuda pública en torno a 100% de su PIB, un déficit estructural de 4% y un sistema de seguridad social cada vez más costoso.

A un año de asumir el poder, Starmer está descubriendo que el mundo es muy distinto a cuando era oposición, y que el mercado también lo es. Atrás quedó la paciencia de los “vigilantes de bonos” por excesivos paquetes de estímulo y endeudamiento fiscal vistos con buenos ojos durante la pandemia de Covid-19. Bajas tasas de crecimiento y altos niveles de deuda han reactivado las demandas de los inversionistas por un saneamiento de las cuentas fiscales también a las economías desarrolladas. Eso se ha reflejado en una baja en la demanda de los inversionistas institucionales por los bonos de más largo plazo (30 años, 40 años) a pesar de sus relativas altas tasas de interés.

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A pesar de tener mayoría en el parlamento, Starmer ha sido incapaz de sacar adelante los principales puntos de su plan de Gobierno. Cuando asumió el poder el 5 de julio 2024, Starmer prometió poner las cuentas públicas en orden, hacer del crecimiento económico su prioridad, reformar el sistema de salud y de seguridad social, y frenar la inmigración ilegal.

Pero tras un repunte inicial en sus primeros meses de al mando del país, la economía comenzó a desacelerarse a partir de enero hasta contraerse 0,3% en abril. El desempleo ha aumentado de 4,1% a 4,6% desde que comenzó el Gobierno laborista; y el ingreso real disponible real de los hogares cayó 1% en el primer trimestre.

La desaceleración se atribuye a la decisión de Reeves de elevar los impuestos en su presupuesto 2024. En su defensa, Reeves afirmó que 14 años de administración del Partido Conservador dejaron como herencia un “hoyo fiscal” por unos 22.000 millones de libras esterlinas. Gastos sociales, como subsidios y migración e integración, ocupan la mayoría de las presiones.

Reeves respondió con alzas en impuestos a las ganancias de capital, la imposición de IVA a las escuelas públicas, el alza en la tasa del impuesto a la herencia y a los aportes de los empleadores a la seguridad social, entre otros, elevando la carga tributaria a 35% del PIB y con miras a 38,3% bajo las condiciones actuales, es decir, su mayor nivel desde 1948. La propia Reeves reconoció en octubre pasado, que el alza de impuestos mermaría el poder adquisitivo de los trabajadores y aseguró que era un “presupuesto que no querría repetir”. La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria ya advirtió que deberá revisar sus proyecciones de crecimiento a la baja, por haber subestimado el impacto de las medidas.

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Por el contrario, recortar los gastos ha sido más difícil. Inicialmente, el Presupuesto 2024 planteaba una reducción en los subsidios a la energía para pensionados y una reforma al sistema de subsidios por discapacidad, con las que buscaba ahorros por unos US$ 13.600 millones hacia 2030. Ambas medidas fueron retiradas ante la amenaza de una rebelión en las filas laboristas.

Poco valió que Starmer cuestionara la “moralidad” de un sistema de subsidios y ayudas que crece aceleradamente, en medio de denuncias de abusos. En el corazón de los gastos están los pagos por prestaciones por incapacidad y dispacidad que ya superan los 65.000 millones de libras esterlinas anuales (el doble que el presupuesto para defensa y el 73% de lo destinado a educación), y se proyectan subirán a 100.000 millones de libras esterlinas a 2030.

Los legisladores laboristas, sin embargo, rechazan a toda costa el recorte de subsidios. El pasado 1 de julio, en la sesión en que se votaban los cambios al sistema de seguridad social, 49 parlamentarios laboristas votaron en contra, a pesar de que Starmer retiró las medidas de recortes de gasto.

De ahí que la líder del Partido Conservador cuestionara el futuro de la Canciller, y su promesa de ajuste fiscal. “Las vueltas en U” de Starmer, como las llaman los comentaristas políticos, obligan a Reeves a pensar en más impuestos para el Presupuesto que deberá presentar en octubre, o a quebrar su promesa de reducir el déficit fiscal. Esto último, Reeves advierte que sería duramente castigado por el mercado, elevando los costos de financiamiento de la cada vez más abultada deuda pública.

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Al día siguiente de sus lágrimas en el Parlamento, Reeves lució sonriente junto a Starmer en el lanzamiento del plan de 10 años para mejorar el sistema público de salud. Reeves había tapado sus ojeras y cambió su cara seria por risas y abrazos con el primer ministro. El evento no pasó desapercibido. Starmer parecía haber recibido fuerte y claro el mensaje del mercado.

Pero su gestión corre contra el reloj. Sólo la mitad de sus electores lo continúan respaldando. En los pasillos de Westminster se plantea la presentación del próximo presupuesto como su próxima gran prueba y la determinante de su continuidad al frente del Gobierno.

Mientras, quienes ríen no son los Conservadores, sino un partido nuevo. El derechista Reform, del impulsor del Brexit Nigel Farage, está aprovechando la falta de dirección del Gobierno de Starmer para subir en las encuestas. Desde el otro extremo, Jeremy Corbyn, quien fuera líder del ala más de izquierda del Partido Laborista, anunció la creación de un nuevo partido.

Al igual que en otros países europeos, y también EEUU, la incapacidad de los partidos tradicionales de reactivar el crecimiento y mejorar la calidad de vida, esta preparando el terreno para un enfrentamiento de polos políticos en Reino Unido.

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