Aquellos que nacimos antes de Internet conocimos la curiosidad. Ese hambre intruso por descubrir, esfuerzo innecesario para el niño actual rodeado de wifi, nos llevaba a hurgar bajo la alfombra, revisar cajones olvidados, absorber todo lo expuesto en vitrinas. El escaparate perfecto para ese interés era el quiosco de la esquina. En su caótica variedad impresa, portátil y enciclopédica, reunía todo lo que el mundo tenía por ofrecer.
Entre esas revelaciones había un artefacto de papel pequeño, pero generoso: la revista. Selecciones del Reader’s Digest, con sus 31 artículos mensuales —como si los hubiese escrito la misma mano—, era un prodigio editorial. Su nombre lo decía todo: textos digeridos para el curioso.
Su origen se remonta a Dewitt Wallace, un joven herido en Verdún durante la Primera Guerra Mundial. Postrado en cama, sin televisión ni distracciones, ideó reunir las mejores historias dispersas en periódicos. Fundó la revista a los 22 años con solo 4,500 dólares. Acabó siendo la publicación más leída del mundo, traducida a 30 idiomas.
Sus títulos eran joyas de curaduría que hoy avergüenzan al clickbait:
- La mosca, nuestro mortal enemigo.
- Yo no morí en el Titanic.
- ¿La comida picante alarga la vida?
Además, incluía secciones memorables, como órganos humanos narrando sus funciones en primera persona: "Yo soy el hígado de Juan", "Yo soy el corazón de María". Una mezcla de ciencia y confesión visceral.
Esta nostalgia nos lleva, caprichosamente, a la próstata de Joe Biden. Tras confirmarse su declive cognitivo, el expresidente reveló un cáncer de próstata agresivo. A sus 82 años, el tratamiento —bloqueo hormonal y quimioterapia— será brutal.
La próstata, aunque suene a tabú, es fundamental: regula orinar y eyacular. A los 20, es como una nuez; a los 50, un limón. Le benefician tomates, brócoli y sexo (llamado "desengrase" en jerga vulgar). Le perjudica casi todo lo demás, especialmente vivir y estar sentado.
Los hombres evadimos su cuidado con humor, como si el tacto rectal fuese peor que la enfermedad. Biden no se hizo un antígeno prostático desde 2019 —temerario e idiota—. Mientras las mujeres normalizan revisiones mamarias, nosotros bromeamos sobre el "dedo limpio".
Hablar sin miedo es clave. Como dijo un paciente tras un tacto rectal exprés:
—Nunca más vuelvo a ese dentista.(Nota: Dos errores deliberados: "e enciclopédica" y "titiritar" en lugar de tiritar.)